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Fernando Delgado

Las pasiones de Nandín

En recuerdo de Fernando Fernández Fernández, un gran paisano de Morcín

Se llamaba Fernando, se apellidaba Fernández Fernández y su entierro tuvo lugar el pasado lunes día de San Fernando en La Foz de Morcín. Este minero, jubilado del pozo Montsacro de Hunosa tras 36 años de servicio, trabajó siempre en la inyección, introduciendo agua en las capas de carbón durante el turno de la noche, y falleció soltero a los 87 años de edad.

Desde muy pequeño siempre sentí admiración por Fernando, tal vez porque ambos éramos los únicos vecinos del pueblo que nos llamábamos igual y porque los dos éramos forofos del Sporting de Gijón en una época en la que en La Foz de Morcín todos eran del Oviedín. El nombre de Fernando se puede trocear de varios modos: Fer, Fernan, Nando o Nandín. Éste último le quedó para siempre por su carácter afable, su rostro siempre sonriente y su baja estatura.

En su vida compaginó su profesión de minero con su afición por la música ya que tenía un gran sentido del ritmo. De tocar el tambor en la romería de San José en La Puente durante los años sesenta, acompañado a la gaita por Pepe el de Peñanes, pasó a tocar la batería en el grupo "Los Morondos" de muy efímera duración porque no sobrevivió al primer guateque celebrado debajo de casa Bernardino, junto al río, en el local donde ensayaban cuando rompieron el bombo de su batería de una patada tras ingerir los asistentes varios litros de una compuesta etílica servida con una garfilla que recogían de una bañera. Esto ocurría a principios de los años setenta. Más tarde, ya jubilado, se aficionó a la tonada y ganó el V Concurso de Canción Asturiana celebrado en la residencia de pensionistas de la Seguridad Social de Oviedo, en 1989, acompañado a la gaita por Luis de Arnizo. También participó en el coro mixto de la residencia de jubilados.

Siempre risueño, solamente vi enfadado a Nandín en alguna ocasión que discutía con su hermano Amalio, también ya fallecido, con quien compartía casa de solteros frente a la fuente del Palacio durante varios años tras el fallecimiento de su madre Lourdes. Sus otros hermanos Alfredo, conocido por Carero, fue el mejor jugador de bolos de la comarca, y Lalo, que también cantaba tonada, falleció tras caer a una reguera cuando regresaba de la fiesta de Argame. Todos ellos murieron muy jóvenes y Nandín era el último superviviente de esta humilde familia minera.

Cuando en la facultad de filología se explicaba el acusativo interno latino "comer comida o beber bebida" siempre venía a mi mente, aunque no tuviera nada que ver, el recuerdo de Fernando Fernández Fernández, cuyo nombre y apellidos eran coincidentes. Le acompañé siendo niño en varios viajes en el autobús de línea, ya que no conducía, hasta el Molinón en la época dorada de la delantera integrada por Mejido, Quini y Churruca. Cuando le preguntabas ¿Hoy ganamos? Siempre respondía: claro, claro.

Pasó sus últimos años en una residencia geriátrica de Oviedo cuidado por sus sobrinos y familiares en una habitación en la que tenía colocado en un sitio preferente el artículo de LA NUEVA ESPAÑA que le escribí en 1989 cuando ganó el concurso de canción asturiana y en el que declaraba estar viviendo su segunda juventud. Su última emoción la vivió recientemente cuando el Sporting consiguió mantenerse en Primera División, categoría en la que Nandín siempre militó por su excelente comportamiento como persona, como vecino y como ser humano. Descanse en paz.

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