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Nostalgia del futuro

Los pueblos sin futuro cuentan su historia en clave de nostalgia. Todo tiempo pasado siempre fue mejor. La gente se lo cree. Existe tal propensión a echar de menos las cosas que se fueron que me temo lo peor: cuando dentro de nada desaparezca la última mina se creará un grupo de defensa de las instalaciones del lavadero del Batán como pieza de arqueología industrial. Desde hace 50 años es la imagen más negativa asociada a una población asturiana. Mucho más que la fábrica de Avilés o la térmica de Lada. Por una razón numérica: el número de personas que pasan por la autovía de Mieres es mayor que la que transitan la de Avilés y, ambas, muchísimo mayor que los que se acercan a dar una vuelta por Llangréu. A los ojos de nuestros vecinos, Mieres es un borrón en el mapa de Asturies.

Cuando, a pesar del lavadero, entras en Mieres te encuentras a la gente tomando un vinín en La Bodeguina, o un café con pinchu en el Yaracuy, picando algo en el Entrecopas o el Vendevinos (que ahora se llama en italiano), escuchando un poco de música en vivo en El Capri, tomando una caña en La Sucursal, un cacharrín en el Cachitos o un café irlandés en el Eros, por poner varios ejemplos que cualquiera podría cambiar sin mucho problema por otros. Yo sólo cito alguno de los sitios donde paro. Si, por ejemplo, la parte de abajo del Ayuntamiento fuera una sidrería, seguro que pararíamos más.

Hace poco me preguntaban por la imagen más representativa de Mieres. Para turismo. No tuve la menor duda a la hora de contestar. Hay varias. Unos jóvenes tomando sidra en Requexu con la cara magnífica de inconsciencia y alegría de su juventud. Madres de todas las edades con hijos de más o menos la misma quinta saltando y corriendo entre las terrazas de la calle del parque Xovellanos. Jerónimo Ibrán a mediodía un domingo. O una imagen aérea de los alrededores del Llagarón a las tantas de la madrugada de cualquier fin de semana. Esto es Mieres. Y el Mieres del futuro será aquel que, a la entrada, haya una placa que recuerde: "Gloria eterna al Alcalde X que mandó derribar el lavadero del Batán y la cinta transportadora, símbolos de la ignominia cometida por Hunosa y sus predecesores con esta tierra".

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