La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Dando la lata

En dirección contraria

La alcaldesa de Riosa tiene toda la razón. Hay motivos para enfadarse, quejarse, alzar la voz y movilizarse. Cuando los hechos van en sentido inverso a los dichos, no podemos quedarnos quietos, calladitos y resignados. A uno le dicen que hay que fijar población en el entorno rural y frenar su despoblamiento. Sin embargo, en la práctica, la gran mayoría de los servicios públicos se concentran en las ciudades y van desapareciendo progresivamente de los pueblos. En mundo rural está muy enfermo, se muere, y poder político, ¿qué hace? Lejos de administrarle tratamientos, se los retira. Ah, eso sí, pero lo hace al tiempo que manifiesta que sus intenciones son las contrarias. Qué bonito es el campo, qué bello es el monte, qué necesario es devolver la vida a los pueblos. Ea, hagamos que se muera cuanto antes.

Hasta ahora, en Riosa había consulta pediátrica dos días a la semana -que tampoco es que fuera un lujazo-. En adelante, solo uno. Porque como lo que se pretende es que vuelvan las familias a los pueblos, qué hay más adecuado que recortar la atención médica a los niños. Y es que, por más que diga el poder político, el mundo rural no merece unas comunicaciones dignas. Si la carretera está hecha un asco, se siente; si no hay cobertura de móvil ni llega internet, mala suerte; si la ambulancia tarda una eternidad, haber enfermado en una cuidad; si se cierra otra escuela, haber tenido más niños; si para cualquier gestión has que desplazarte a la ciudad, no te quejes, que así ves mundo; si tienes una emergencia, tómatelo con calma, que el campo es para relajarse.

Es un dolor que tengamos tantas aldeas deshabitadas, que el monte esté prácticamente abandonado, pero nada se puede recriminar a sus antiguos pobladores. Les obligaron a marcharse a fuerza de aislarlos, de tratarlos como si no existieran, como si no contaran. ¿Por qué? Pues por una sencilla y cruel razón: para el poder político, efectivamente, no cuentan. Poca gente, pocos votos, una inversión escasamente rentable. Una antena, un asfaltado, un aula, una consulta para, en el mejor de los casos, ser recompensados con un levísimo impulso electoral. Esos son los números que cuentan, por desgracia.

Compartir el artículo

stats