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Velando el fuego

Mieres Tubos

La incomprensible posición de la familia Iribecampos

Días pasados, y con motivo de la manifestación que recorrió Mieres en apoyo a los trabajadores de Mieres Tubos (antigua Perfrisa), comentaba con el presidente del comité de empresa la paradoja, el contrasentido, rayano en el absurdo, de la situación por la que atraviesa la histórica fábrica.

La familia propietaria (Uribarren-Iribecampos) no quiso, a finales del año 2014 asumir una participación en la sociedad que se crearía con los activos de Condesa, más los bancos y Arcelor. Por lo que una parte de la familia, en concreto los Iribecampos, decide quedarse con Condesa Inox (Álava) mientras que la otra, Uribarren, lo hace con Tumesa (Sagunto) y Mieres.

A partir de este momento se busca financiación para arrancar la fabrica, y, tras solventar varios problemas (debe hacerse la división del grupo y surge a posteriori la dificultad del visto bueno del tribunal de la competencia: CEE), se llega a finales de 2014, momento en el que se inician las primeras conversaciones con el Principado.

Durante las mismas, se comenta que la necesidad de capital seria de 15 millones, pero, con el paso del tiempo, esta cantidad va menguando hasta el día de hoy, en que estamos hablando de 8. Esta cantidad sería dividida en tres partes (entidades financieras, Principado y los dueños mas el inversor). A partir de este momento comienzan ya a aparecer síntomas graves, brechas incongruentes que se van ampliando hasta llegar, precisamente, a una situación que, por sus absurdos y contradicciones, se asemeja -como bien se definió desde instancias sindicales- a lo ocurrido con el perro del hortelano (aquella comedia palatina de Lope de Vega en la que el perro, un animal no vegetariano, no come los vegetales del huerto de su amo; pero, a un tiempo, no deja que otros animales los coman).

Los bancos no confían a estas alturas en la familia Uribarren, por sus antecedentes en la firma Condesa, por lo que le exigen garantías; a lo cual, la familia -no sabemos si por falta de capital o por aprovecharse del principado- responde que no tiene.

De esta comedia del absurdo, en la que los únicos perjudicados son los trabajadores, da fe el hecho de que, ante la situación planteada, se buscan inversores y aparece uno con una cantidad que no cubría el 1/3 exigido. La familia debería respaldar el resto, lo que fue motivo de aceptación por su parte; pero, mientras el tiempo va consumiéndose, dichas garantías no llegan a aparecer. Este es el momento en el que la situación llega al límite, ante lo cual, el inversor citado estaría dispuesto a aumentar su cantidad, exigiendo, como es lógico, una participación en la empresa, algo por lo que la familia Uribarren, propietaria de la misma, no está dispuesta a transigir. De nuevo aparece en escena el perro del hortelano, preparado no se saben bien los motivos, para impedir que alguien que además es quien pone el dinero se aproveche de los frutos del árbol. Mientras tanto, y como también parece lógico, el Principado confirma que si no se cumplen los requisitos (1/3+1/3+1/3) ellos no van a poner un euro en la fallida operación.

Una vez más y por desgracia, el futuro de los trabajadores de la fábrica de Mieres Tubos se sujeta a designios de difícil interpretación. Si bien se mira -o si se mira con un ojo atravesado-, el capital (disfrazado como el perro del hortelano) ha vuelto a hacer de las suyas. Decía Bertold Brecht que los tiempos que vienen son malos para la lírica. Y, en este caso, para los trabajadores de Tubos Mieres. Ayudarlos en lo que se pueda es lo que nos queda. Y desearles suerte, mucha suerte, sobre todo.

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