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Fernando Delgado

La sonrisa de Nicanor el de Asunción

El fallecimiento de un morciniego ejemplar, que fue presidente de la Hermandad de La Probe

Se nos apagó de repente la perenne sonrisa de Nicanor Fernández Martínez cuando le faltaban unos días para cumplir los ochenta años de una vida entera dedicada a su familia y a su pueblo: La Foz de Morcín. Fue en su huerta de La Llosa, en la ladera sur del Monsacro, donde se desplomó el pasado martes súbitamente de forma inesperada en brazos de su esposa Asunción con quien compartió cincuenta y cinco años de matrimonio y quienes inseparables, al igual que Mingo y Teresa, nunca iban el uno sin el otro ya fuese a la huerta, de excursión o al médico.

Su rostro amable siempre estaba dispuesto a colaborar con una vocación de servicio sin igual a la comunidad. Allí siempre estaba él dispuesto y enfundado en su mono azul para ayudar a un vecino o colaborar en las tareas más variopintas desde rehabilitar el lavadero de Pumasevil, su barrio, hasta participar en la construcción del ambulatorio médico y el repetidor de televisión, limpiar el parque de la Hermandad de La Probe, trabajar en las sextaferias de Picu Castiellu, vender las rifas de la bolera, que por fin lleva su nombre, subastar en la puya del ramu de Santo Antón, San Antonio, San José y La Probe, tirar voladores o ejercer por las noches como vigilante de la barra del bar de la fiesta antes que Molina, también recientemente fallecido, tomase su relevo en esa dura y nocturna labor.

Un ciudadano ejemplar que contribuyó a la ejemplaridad de su pueblo que fue reconocida en 2002 por la Fundación Príncipe de Asturias. Nicanor cambiaba rápidamente su mono azul de faena por la corbata cuando llegaba la hora de tirar del santo en la procesión ya fuese de Santo Antón o la Virgen de La Probe. Así hizo durante varias décadas. Su último reconocimiento público tuvo lugar el pasado mes de enero cuando durante la celebración del XXXVI Certamen de Quesu Afuega´l Pitu recogió el "nabu de plata" de manos de María Jesús Álvarez, consejera de Desarrollo Rural y Recursos Naturales, por mantener viva la tradición de cultivar los nabos.

Asumió la presidencia de la Hermandad de La Probe en 1994 cuando la entidad estaba a punto de desaparecer por falta de efectivos y ya había formado parte de su junta directiva en la década de los años sesenta y setenta. Junto con los añorados Lenín y Che lideraron a grupo de jóvenes para tirar hacía delante de la entidad y que no se perdiese la tradición. Formó parte de la asociación de vecinos Cantu La Sierra demandando mejoras para su pueblo y trabajó arduamente para que la bolera siguiera en pie. Un todoterreno de los que apenas quedan y siempre con la sonrisa en la boca.

Trabajar en favor de la comunidad no suponía un esfuerzo para él, al contrario, era un placer que se contraponía al laborioso trabajo en la mina que ejerció durante varias décadas, de la que se jubiló como vigilante del ya cerrado y silencioso pozo Montsacro de Hunosa.

Muchos han sido los momentos compartidos con Nicanor en los que su afabilidad, su vocación de servicio, el amor a su pueblo han significado un aprendizaje continuo para los que estábamos a su lado. Un vecino, ciudadano, marido y amigo ejemplar que no perdía su cita diaria con LA NUEVA ESPAÑA y que se mostraba orgulloso y feliz cuando su pueblo o algún vecino salía en el periódico. Su sonrisa se apagó de su rostro pero a todos aquellos que tuvimos la suerte de conocerle nos quedará para siempre el recuerdo de su buen hacer y su implicación para contribuir a mejorar la sociedad en la que vivió y escribir la verdadera intrahistoria de La Foz de Morcín. Nicanor, tu sonrisa y tu ejemplaridad nunca nos abandonarán.

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