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Desde mi Mieres del Camino

De La Güeria a Mieres con la cocina casera

Adela Ardura trajo su saber hacer y sus sabores hasta Requejo

Todo sucedió allá en torno al año cincuenta del pasado siglo. Desde la aldea de El Sordán, en plena Güeria de San Xuan, Adela Ardura trajo hasta las mismas puertas del barrio de Requejo, donde otros establecimientos de hostelería conservaban y aún conservar su propia marca de comidas, la cocina casera que ella misma se había "inventado" en el pequeño bar de su casa dedicado a mineros y vecinos que acudían a tomarse una copa antes de ir la tajo o un vaso de vino a la salida del turno. Además la taberna era cita de reunión del pueblo para distraer tiempos y jugar a las cartas. Allí Adela, fallecida hace unos meses, puso en marcha las enseñanzas culinarias que había aprendido de su madre Encarna.

Y con ese bagaje por bandera, seguida de su esposo Benjamín Argüelles que complementaba su trabajo, se vino a probar suerte a la principal localidad del municipio, buscando un lugar estratégico, concretamente en la calle hoy denominada de Antonio Machado, frente a la parada de Autobuses Fernández, cerca de Los Recollos y próxima a la especie de estación laboral del Fábrica de Mieres que facilitaba el traslado de ida y vuelta a Mina Baltasara. Próxima también estaba la plaza de San Xuan donde, por aquel entonces se celebraba, los domingos, la feria de ganado.

Como era de esperar, el Bar Ardura contó, desde el primer momento, como clientela, con una fuerte representación de habitantes de La Güeria, pero también comenzó el movimiento de parroquianos de todas las capas sociales de Mieres, atraídos por la buena fama gastronómica y por las actividades que allí se desarrollaban. Porque, a tiempo esta uno de decirlo, Goyín (Gregorio Villagrá), la gran estrella futbolística de Mieres, traspasada al Real Oviedo por la cantidad de treinta y cinco mil pesetas (lo más caro que se había dato hasta entonces en la región, pero que a la larga resultó lo más rentable porque el equipo de la capital se cansó de fichar nuevos jugadores para el puesto sin que ninguno fuese capaz de desplazar al pequeño gigante azul ) tuvo, en el Bar Ardura, su peña azul preferida como recuerdo, ya jubilado, de sus mejores tiempos futbolísticos.

Allí, en pleno ambiente propicio, se celebraban actos en su honor con presencia de socios, tanto caudalistas como carbayones, que no se cansaban de destacar la calidad deportiva y sobre todo humana del gran jugador nacido en las casas baratas (grupo de viviendas, las primeras sociales de Mieres, entre las calles Martínez de Vega y Alas Clarín). Desde Oviedo, llegaban, de vez en cuando altos directivos, entre ellos algún que otro presidente, para unirse al despliegue admirativo que despertaba el gran Goyín.

Pero no se quedaba solo en lo deportivo, el interés del Bar Ardura por promocionar y facilitar el desarrollo de actividades propias de la cultura y las artes autóctonas. La música asturiana también encontró un hueco en este pequeño pero a la vez entrañable rincón de la convivencia vecinal. Allí, con la plena disposición de sus propietarios, otro hombre de Mieres, músico por excelencia a través de la gaita, también oriundo de La Güeria, concretamente de La Depata, hijo de la gran intérprete Amable, encontró acomodo y facilidades. Así fue que el extraordinario intérprete de la gaita, Silvino Fernández Fueyo, sentó sus reales de maestro en el Bar Ardura, para iniciar, en las redes del fuelle, el roncón y el punteru a un buen puñado de sus alumnos, algunos de los cuales alcanzaron fama notoria posteriormente.

Fue siempre cuna de grandes intérpretes del folclore astur la Güeria de San Xuan. Desde Silvino Argüelles de Santo Emiliano, pasando por Vegadotos con Josefina Argüelles y Los Pontones, para quedarse en La Depata con Amable y su hijo Silvino, dos figuras que quizás no hayan tenido el pleno reconocimiento a sus méritos pero que, en el caso del maestro de la gaita, supo abrir alas con el sano deseo de expandir su arte, sus facultades y su buen hacer. El Bar Ardura fue lugar de privilegio de este extraordinario gaitero e incluso tamborilero, de Mieres.

Pero, claro está el punto de arranque de este reportaje tenía y aún tiene otras connotaciones. Como se suele decir, Adela Ardura se echó a la espalda la responsabilidad de ofrecer, a la clientela, todo el sabor de la cocina casera heredada de su madre y bien aliñada por las enseñanzas de otra maestra güeriana, Maximina la de Santa Rosa, quién le trasmitió sus más personales secretos. No era difícil recoger, tras las degustaciones que iban en aumento, exclamaciones como, "pero qué rico está este potaje", "y?. ¿qué me dices de los callos?". Precisamente este último producto se convirtió en la estrella gastronómica gracias a su suavidad de pura mantequilla, con sabor intenso y una salsa que acompañaba extremadamente ligera. La acogida de este producto fue espectacular y desde entonces pasó a ser uno de los ejes centrales de su cocina.

No es desdeñable en hecho de que, por la década de los cincuenta y sesenta, las modestas bodas de gentes no muy pudientes, tuviesen en el Bar Ardura, de la mano de su propietaria Adela, el complemento gastronómico ideal para tan importante acontecimiento en la vida de los contrayentes.

Cerca de siete décadas después, algunos aspectos han cambiado en el Ardura. La primera y más importante se personifica en su hija Elda que, siguiendo la estirpe y el genio familiar, también se ha hecho cargo de las responsabilidades culinarias, siguiendo la línea tradicional que le viene de familia a través de su entrañable progenitora Adela Ardura.

Es notorio e incuestionable que la historia de Mieres, de los últimos cien años, se puede rastrear a través de sus comidas y por supuesto de sus periódicos. Esto últimos registran el diario acontecer, mientras que en la mesa de comensales se reflejan las condiciones económicas, sociales y culturales. Precisamente en este capítulo el Bar Ardura tiene un determinado lugar para la posteridad.

Buena mesa

También está claro que, en el firmamento gastronómico de Mieres, durante ese cercano siglo, la buena mesa ha tenido, en Mieres, unas embajadoras de distinta condición, en primer lugar la maestras del buen yantar que hicieron escuela abiertamente, como es el caso, por citar algunas, de Carmina la de La Pereda, su hija Aurita, María Luisa García, Queta la de Cenera y Elena Alperi, mientras que otras, tras los fogones también crearon su red personal de enseñanza transmitiéndola a sus sucesoras en el negocio de la hostelería. Ahí cabe, por supuesto, Alicia Ardura, Marina la de Casa Villa, las Hermanas de Elías el del Bar Mieres, la titular de Casa Camporro, en fin, se podrían citar muchas más auténticas profesionales de la cocina que dejaron santo y seña para el devenir del pueblo.

Adela (Adelaida para más señas), se fue un día del pasado mes de febrero, a los 94 años, después de dejar, tras de sí, una historia de trabajo, de buen hacer, generosidad, hasta el punto de que su establecimiento, el Bar Ardura, se había convertido en un nido de sentimientos que afloraron tras su desaparición. Muchos de sus parroquianos la señalaban como una madre de familia muy numerosa. Baste el detalle de que su casa se convirtió también en una especie de comedor escolar, donde iban a comer alumnos de la Güeria que acudían a los colegios de Mieres. La semilla plantada con su hija Elda mantiene fresco el fruto de su madre.

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