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Secretario general de la Unión Comarcal de CC OO del Nalón

Haciendo historia

La creación de Comisiones Obreras y la necesidad de mantener un sindicalismo fuerte en España

En el 40 aniversario de la Asamblea de Barcelona, hito que supuso la transformación de las Comisiones Obreras en sindicato, la organización inicia un amplio debate para afrontar los cambios que se necesitan para ser más fuertes y representativos.

La estafa económica de estos últimos años presenta una hoja de resultados propia de un parte de guerra: ha empobrecido al grueso de la población, generado desempleo y precariedad, desahucios y pérdida de derechos sociales, privatizaciones y recortes. Ese tsunami neoliberal también ha intentado llevarse por delante libertades y derechos básicos, atacando con virulencia a las organizaciones que nos hemos enfrentado a la austeridad y los recortes.

El ataque se organizó en cuatro actos. Primero intentaron arrinconar al movimiento sindical a través de una campaña de desprestigio brutal y desmedida, aprovechándose de errores y actitudes individuales tan indeseables como intolerables. Después quisieron estrangular el movimiento sindical recortando los recursos públicos necesarios para defender a los trabajadores y trabajadoras, puesto que no sólo representamos a la afiliación sino a todas las personas que tienen que trabajar para poder llegar a fin de mes. El tercer acto fue la criminalización: más de 300 sindicalistas han sido imputados/as por ejercer el derecho fundamental a la huelga. Y por si no fuera suficiente, se ha modificado el marco de relaciones laborales, desmantelando derechos y permitiendo que en el mundo del trabajo impere la ley de la selva, la ley del más fuerte. Han dinamitado las bases del Derecho del Trabajo, que pretenden equilibrar una relación desigual por naturaleza, como es la de empresarios y trabajadores y trabajadoras, mediante un sistema de equilibrios y contrapoderes.

Aunque las formas son nuevas, no se puede ocultar que el fondo es el mismo. En la larga noche del franquismo, a los hombres y mujeres de las Comisiones Obreras -y del PCE de manera importantísima- se les perseguía por tratar de conquistar la democracia. Sin la contribución de los encarcelados en el Proceso 1001, de los abogados laboralistas de Atocha o de los/as cientos de miles de huelguistas durante el Gobierno de Arias Navarro, se hubiese perpetuado la dictadura tras la muerte de Franco. Hicieron Historia con Marcelino Camacho al frente.

Hoy sabemos que aquellas sociedades con sindicatos fuertes son las mismas en las que existe una mayor redistribución de la riqueza, justicia social y democracias más avanzadas. Suelen ser también los países con menores desigualdades, como Finlandia, Suecia y Dinamarca. En todos ellos hay elevados niveles de afiliación sindical. No es casualidad. Cuentan con organizaciones potentes, capaces de defender sus derechos y garantizar el progreso social. Deberíamos de tenerlo en cuenta cuando se pregunta ¿para qué sirve un sindicato?

Cuanta más indiferencia exista, con mayor impunidad desmantelarán lo que tanto les costó a nuestros padres y madres, abuelos y abuelas conseguir. De ahí la importancia de afiliarse, votar en las elecciones sindicales y de dar el paso al frente para ser representante de los/as trabajadores/as en tu empresa. En ese sentido Comisiones Obreras, una vez cerrado el periodo álgido de procesos electorales, ha vuelto a ser la primera fuerza sindical, somos el sindicato más importantes de este país. Lo que constituye una enorme responsabilidad porque somos los depositarios de la confianza de millones de trabajadores y trabajadoras.

Esto no puede llevarnos a la autocomplacencia porque tenemos un amplio margen de mejora. Tras la crisis nada volverá a ser lo mismo y las organizaciones sindicales, si queremos seguir protagonizando la construcción de una sociedad más justa y equitativa, deben de cambiar y adaptarse a las exigencias de nuevos tiempos. Recuperando valores y las mejores experiencias que nos han hecho merecedores de un lugar en la historia con un sindicalismo pegado al tajo, democrático en la toma de decisiones y con capacidad de acción en lo sociopolítico. Un sindicalismo que negocie con presión y buscando aliados. Un sindicalismo que aspirando a representar a la pluralidad que forma la clase trabajadora de hoy en día, dé protagonismo por igual a hombres y a mujeres, que sea intergeneracional e internacionalista. Que sirva a los intereses de los compañeros/as con trabajo estable y de los/as que se encuentran en desempleo, a pensionistas y trabajadores/as precarios/as. Un sindicalismo solidario y que defienda la unidad como elemento estratégico para la acción.

En definitiva si anteponemos las necesidades de la gente a cualquier otra consideración, seguiremos haciendo del sindicalismo una herramienta útil para una sociedad democrática con más derechos y más igualdad. Así podremos seguir haciendo Historia.

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