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Velando el fuego

Idiotas

La violencia machista y la presentación de la mujer como objeto de maldad en la cultura

Como es lógico, cada cual aprovecha el paréntesis del verano -la maravillosa estación que, entre otros, inspiró a Shakespeare- para entregarse a sus aficiones favoritas. Leer puede ser una de ellas, lo mismo que escuchar música, tostarse en la playa o intentar alguna aventurilla modesta en picos que no comprometan mucho nuestro sistema respiratorio. Hay también quienes añaden una muesca postal más a sus viajes, y a la vuelta nos hablan de las excelencias de Praga, Roma o Amsterdam, por citar algunas de las referencias turísticas en boga.

Yo también acostumbro a participar de estos gustos, sobre todo de las lecturas (por cierto, y aprovechando la reciente visita de Leonardo Padura, he leído una novela más -"Paisaje de otoño"- de la serie negra del detective Mario Conde, que me ha dejado, como las anteriores, el mismo agrado ante una literatura rigurosa y honesta, pero también indagatoria en los pliegues de la realidad cubana). Y también cumplo con otra de mis debilidades: hurgar en las citas de distintos personajes famosos, en busca de una simetría entre sus saberes y mis modestas proyecciones. En estos casos, no pretendo llenarme de su erudición y después dejarla caer en público para ver si así consigo algún reconocimiento. Todo lo contrario. Mi búsqueda se inicia temerosa, llena de dudas, a veces en la creencia de que lo que yo pienso es tan poco valioso que a buen seguro que nadie importante le habrá puesto antes música a mis reflexiones. Pero lo intento. Y en ocasiones consigo resultados positivos.

Como uno de estos días cuando andaba mascullando por lo bajo, y también a veces por el teléfono, con algún amigo, las dificultades que tenemos para poder llevar una vida que se ajuste, al menos en buena parte, a nuestros deseos. De una manera más o menos gráfica mi pensamiento podría expresarse así: "Casi nunca vivimos como queremos; pues casi siempre vivimos como podemos". Y con esta especie de fatalidad por bandera, comencé a hurgar en diccionarios al uso, en páginas de Internet y en cuantas ayudas pude conseguir hasta que, ¡albricias!, conecté con John Lennon, que me enviaba la siguiente correspondencia: "La vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes".

Agradecido al excepcional músico y cantante por semejante coincidencia, seguí perdiéndome por algunas de sus citas más famosas, hasta que llegué a una que compendia, por desgracia, la fatalidad y el signo de angustia que preside la vida de muchas mujeres. "Como ya es usual, siempre hay una gran mujer detrás de cada idiota". Cuando hacemos recuento del balance trágico de asesinadas en lo que va de año, nada menos que 61 vidas segadas por la intolerancia machista, vemos que detrás de cada una de ellas, detrás de cada una de esas grandes mujeres hay siempre un enorme idiota. Se acostumbra a decir que en este terreno queda mucho por hacer. Yo más bien diría que el campo a labrar es infinito, si se piensa que personajes famosos -y me estoy refiriendo, entre tantos otros, a Homero y Aristóteles, pasando por Moliere o Voltaire, y sin dejar de citar a Oscar Wilde, Faulkner, Freud, Gasset?- han hecho de la mujer un objeto de maldad, al que en muchos casos conviene arrojar al río o matar. Con semejantes antecedentes poco puede extrañar que el mundo esté lleno de idiotas. Si bien, cabría preguntarse si ellos mismos (reputados pensadores, científicos, escritores?) no estarían también poseídos por alguna suerte de estulticia.

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