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La garabata

La memoria de un valle (I)

La Güeria de San Juan ha sido testigo de los cambios que el tiempo ha traído a Mieres

Hace muchos años decía el mierense don Luis Fernández Cabeza (1903-1988) que la historia de la Güeria de San Juan se remonta hasta tiempos inmemorables, que había sido un valle avanzadilla firme y leal en el concejo mierense. En el año 1859 La Güeria San Juan tenía 250 vecinos desperdigados por los diferentes pueblos del emblemático valle.

Nace este valle al borde de un río a veces turbulento, habitualmente insignificante, con los afluentes de torrentera:

-El Río Casar (nace en el pueblo del mismo nombre, "El Casar")

-El Río Polio (nace en Siete Fuentes)

-Una pequeña Reguera procedente de La Llonga y que cruza por el poblado viejo de Rioturbio (En más de una ocasión, con intensa lluvia dio algún que otro problema a los vecinos del poblado viejo de Riotubio).

-El Río Baltasara que se une al Río San Juan (antiguamente Río Yuca), en los Pontones.

De estas vertientes aguadas o vaguadas, de los arroyos y manantiales, de las llamargas y agüarios, en suma, de la abundancia del líquido elemento, lleva el frondoso valle el nombre de La "Güeria" San Juan (Güeria significa en asturiano lugar húmedo, donde hay confluencia de arroyos). A partir de ahí sigue su camino, con la pequeña aportación de pequeños arroyos o manantiales hasta llegar al río Caudal (río Grande).

La "Güeria" San Juan de aquellos lejanos años era un valle idílico de verdes prados rodeados de bosques de castaños y salpicado de pequeños pueblos. La naturaleza y las personas de este valle estaban interconectadas, y ha sido así desde tiempos inmemorables, habían tenido una especial relación basada en la supervivencia de ambos. Existía una "leyenda" antigua en La Güeria que aseguraba que el castaño fue introducido en la zona por el Imperio Romano, no en vano el castaño gozaba y goza hoy de una amplia extensión por estos parajes. Parece claro por los restos de polen y carbón encontrados por algunos investigadores, que su existencia en nuestras tierras es muy anterior. En todo caso el castaño estuvo siempre ligado a La Güeria San Juan y a sus moradores, ya el marqués de la Ensenada en el año 1749 (en el catastro sobre Mieres), lo menciona como cultivo para la explotación y aprovechamiento de su fruto, parece claro para muchos historiadores que la mayoría de los bosques actuales que bordean nuestro valle proceden de la asilvestración de cultivos abandonados a partir del siglo XVI o XVII.

Los habitantes de La Güeria San Juan (muchos de nuestros mayores oyeron hablar de ellos), tenían una fama casi mítica, el güeriano era un hombre fuerte y trabajador, honrado y generoso, un tanto "echau p'alante" y en su juventud alegre y muy sociable. "Las mujeres güerianas eran bellas y hacendosas, madres entregadas y buenas administradoras de las haciendas (los maridos por norma general, trabajaban fuera), eran mujeres muy blancas y de rostro sonrojado, cabello claro, ojos claros y de muy buena constitución física".

La gran "Fábrica de Mieres" denominó en su día al valle de San Juan como "zona hullera de La Baltasara", un área de mucho carbón, que la dirección de la empresa mierense terminaría por impulsar en 1894 con la construcción de una línea de ferrocarril para bajar el mineral a los cargaderos de Mieres. En un primer momento el ferrocarril llegó solamente hasta la zona de Pedrova, y desde ahí en carros hasta los cargaderos, pero evidentemente ese no era el destino final. La intención era llevarlo hasta la cabeza de la nueva carretera a la estación del norte, cuya construcción había finalizado el 15 de junio de 1877.

Durante la Primera Guerra Mundial (28 de julio de 1914-11 de noviembre de 1918), fue muy significativo el incremento de las toneladas de carbón extraídas en este valle y que significaría en aquellos años una parte muy importante del carbón que se explotaba a nivel nacional.

El nacimiento de la industria y minería fue duro en su confrontación con los campesinos mierenses; había llegado, después de muchos siglos de economía rural, el cambio de hábitos, costumbres y tradiciones pero el beneficio de los salarios, no siempre buenos, fueron de gran atractivo para la juventud, que empezó a abandonar el campo para integrarse en la minería e industria mierense, dando lugar al abandono de pequeños pueblos para habitar en las villas o poblaciones próximas a las cuencas carboníferas y fábricas.

A principios del siglo XX la economía de La Güeria era bastante diversificada, predominaba ya la minería, pero aún tenía cierto rango la riqueza agropecuaria y la artesanía. Valle muy fértil, abundantemente regado disponía de excelentes pastos de altura y extensas praderías que sostenían uno de los mayores contingentes de ganado de nuestro concejo. En La Belonga (localidad cercana a Murias), existió una importante fundición, las cocinas de chapa que allí se fabricaban competían con muchas garantías con otras de diferentes procedencias, también estaban reconocidos muchos artesanos de reconocido prestigio.

En la parte alta de La Güeria San Juan eran frecuentes los "roces" entre vecinos de los concejos, la verdad es que no pienso que había diferencia entre el carácter de los mierenses de "Planta" o "La Cantera", con lo langreanos de "Cabefel" o de "Casabajo", pero no es menos cierto que en aquellos lejanos tiempos del mediados del siglo XIX, en las romerías de una y otra vertiente se producían "incursiones" de grupos de pendencia (disputa) de ambos lados, armados con garrotes y otros utensilio al acabar o para terminar una fiesta o romería, pero estos actos de reminiscencia, apenas dejaron resentimientos fronterizos entre Mieres y Langreo.

La Güeria campesina ya contaba en aquella época con muchos pueblos o caserías desperdigados por las montañas. Los primeros pueblos en crecer fueron los instalados junto a la carretera, desde Murias hasta Santa Rosa y también la que comunicaba con Sama de Langreo por Santumillano. La toponimia era muy rica en La Güeria, muchos nombres derivaban de especies arbóreas (Ejemplos; Fresnedal, El carballón, L'Acibiu, CutuPeral, Los Rebollos), otros de la tipografía o configuración del medio (Ejemplos; Cuestavil, Predova, Piedrafita, Prau Redondo, Los Quintanales, La Cantera, La Llonga, La Casería, Aguain, La Carba, Muries, Riotubio...) y otros de origen religioso (Ejemplo; Santa Rosa, Satumillano...) y otros de oficios (Ejemplo; La Teyerona, Los Torneros, La Llavaera, etcétera).

La naturaleza conformó el carácter de aquellas personas que habitaban la Güeria en aquellos años, de la misma forma que las horas de lluvia dan color al paisaje del valle. Sin esa agua que aquí a menudo cae hasta el agotamiento no habría verde tan abrupto, tan desbordado, con el que se convive.

La difícil orografía constituyó la resistencia de sus gentes y las duras condiciones de trabajo les dotaron de una rebeldía difícil de doblegar. Las raíces de aquellos hombres y mujeres son el peso de la tierra de la Güeria San Juan, las de una cuenca minera hundida en una profunda miseria y estrechez, sus vidas quedaron marcadas para siempre en la historia mierense. Era una época dura, los trabajos eran a menudo penosos y de muchas horas, tanto para los hombres como para las mujeres, muchas veces o casi siempre, peor para ellas, siempre sin horario y con tremendos esfuerzos para sacar adelante la casa y la prole. Pero aun así, el valle era hermoso y fértil, todos los pueblos tenían vida y también todos tenían su "barín" con su "peyeyu" de vino, "quesu furruñosu" y el candil de sapu que alumbraba las partidas a los naipes, era lo único de lo que disponían aquellos moradores para sus ratos de ocio.

Una de las virtudes más sonada de los habitantes de esta zona de Mieres era la hospitalidad, todo el mundo era bienvenido (quitando los pequeños roces en las fiestas estivales con el concejo vecino), todo pasajero que pasara de viaje por este valle, era agasajado en sus múltiples paradas, eran gente encantadora y afable. Poco a poco, como ya mencioné anteriormente, los jóvenes empezaron a abandonar los pueblos para ponerse a trabajar en las minas o en las fábricas y así mejorar económicamente, no quería vivir las penurias de sus mayores.

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