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Velando el fuego

Cambio de tercio

Análisis de las posiciones adoptadas por Ciudadanos en el proceso de formación de un nuevo gobierno en España

Cierto es que el verano ofrece muchas posibilidades para hurgar en diarios u otros medios de comunicación, o seguir la verborrea de los bares o de las tertulias de turno, de modo que nos resulte más sencillo seleccionar alguna noticia interesante, para después comentarla. Además, esta época que nos ocupa viene cargada con la incertidumbre de la falta de gobierno, lo que hace más fácil que una gran mayoría de conversaciones tengan como punto de referencia esa interinidad, lo que sirve para que no tengamos que rompernos mucho la frente a la hora de elegir.

Y no digamos nada si, en medio de tantas cábalas bienintencionadas y de tantos otros augurios y pronósticos de todo tipo que no vienen cargados, precisamente, con una pólvora tranquilizadora, aparecen las palabras de Albert Rivera -sazonadas después con la salsa picante que le puso Felipe González- ofreciendo su ayuda a Rajoy. Como se sabe, este acto de responsabilidad -más o menos ésa fue la temperatura con la que cocinó el mejunje el expresidente del Gobierno- consiste en que Ciudadanos estaría dispuesto a dar el sí en la investidura a Rajoy, a cambio de que éste acepte cumplir con seis medidas, y todo ello a cambio de desbloquear la indefinición política actual. Evitar cerrilismos es el tono eufórico con el que se saluda esta operación en algunos medios. Ejercicio de responsabilidad en otros. Lo que, por cierto, a estas alturas del guiso, no debiera ya sorprendernos.

A partir de este momento, y por hacer una síntesis, bastante resumida, dos han sido los bloques principales que se han levantado a raíz de la propuesta. Uno de ellos alaba el oportunismo de Rivera, pues, se dice, conseguirá así librar a su partido de un destino catastrófico, tipo de lo ocurrido con el CDS de Suárez o con el UPyD de Rosa Díaz, mientras que en otra orilla, este cambio de tercio alimenta aún más la hoguera de la confusión política. Cuando alguien ha repetido una docena de veces que a lo sumo estaría dispuesto a ofrecer su ayuda a un presidente que no representara la cara visible de la corrupción (en cuántas ocasiones se le escuchó decir que mientras el señor Rajoy siguiera no se podría contar con la ayuda de su partido), y después se ha vuelto atrás, eso significa que todos los políticos son iguales, y que, por tanto, más vale no hacer caso de ninguno, pues parece claro que en cualquier momento son capaces de atravesarte la espalda con un puñal. Y sin sentir ningún tipo de remordimiento.

Como creo que entre ambas posiciones existe caudal en abundancia por el que navegar, me inclino a pensar que, además de todo lo dicho, estamos asistiendo, en diferido, a una suerte de tauromaquia, con todas sus variantes completas. En la primera parte, o tercio de varas, y como consecuencia del resultado de las elecciones, el toro de Ciudadanos se ha parado en la muleta y se ha quedado desfondado. Después, durante la fase siguiente, o tercio de banderillas, que es donde nos encontramos ahora, lo más característico es que el toro se resabie y cambie fácilmente (no hay más que fijarse en la mudanza actual). Hasta que, de un modo inevitable, lleguemos al último tercio, o suerte de muerte, donde Rajoy saludará al graderío, realizará su faena de muleta, y, finalmente, dará muerte al toro.

Fuera máscaras. Se acabó la ceremonia, dirán entonces los entendidos en este ritual ancestral, mientras los espectadores van poco a poco abandonando sus localidades.

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