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Desde la Meseta

La falla

Es la línea que recorre Italia de Norte a Sur y que cada equis tiempo provoca fuertes disgustos a ese montón de pequeños pueblos que se ven afectados por el movimiento sísmico.

Poblaciones cuyas viejas y antiguas casas, llenas de historia, lugares románticos, cuyos habitantes viven del turismo, en unos minutos quedan hechas polvo, sin apenas darles tiempo a ponerse a salvo, afirman, sobre todo niños.

Veía un día de estos como lloraba una maestra al ver su escuela rota, a pesar de haber sido construida hacia no mucho tiempo y, además, con materiales y sistemas contra los terremotos. Dos hermanos lloraban a lágrima viva abrazados porque habían perdido a su tercer hermano. Viejos, como fantasmas, vagaban por las carreteras cubiertos con una manta. Una hilera de sillas de ruedas y camillas con los enfermos de un hospital. Y así desastre tras desastre familiar, lo dicho, afectado por un montón de pequeños pueblos indefensos ante las desgracias.

Era tal el miedo que como había aún réplicas del seísmo, los aún escapados de la quema, no querían pernoctar en el polideportivo en el que les garantizaban su estanqueidead. Preferían dormir en la calle, dentro de un coche, donde parecía que se sentían más seguros.

Y allí nos quedó una granadina, casada con uno del pueblo. El resultó herido, pero al menos lo cuenta.

Entre unas desgracias u otras de diversas índoles, hoy nos sentimos Italia y nos unimos a su dolor.

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