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Desde mi Mieres del Camino

Del Cristo de la Paz al de la Misericordia

Turón y La Peña celebran dignamente sus fiestas patronales pese al declive de las comarcas mineras

Los acontecimientos festivos, bien en el ámbito religioso como en el popular, se sucedieron este año y continúan durante el presente mes de septiembre con una variedad realmente asombrosa. Cualquier rincón habitable o pintoresco de nuestro valle y montañas tiene en el calendario vacacional, su fecha prevista para vestirla de colores y actos. En los programas no faltan la pincelada gastronómica.

Ha sido y es la tendencia del momento, pero, ¿qué es de los buenos tiempos cuando los núcleos más o menos importantes y barrios periféricos del concejo de Mieres saludaban con sus dianas a propios y visitantes? Se celebran las patronales de Turón, con su Cristo de La Paz, que en tiempo no tan lejanos constituían todo un acontecimiento basado en actos tradicionales, juegos florales, verbenas, atracciones y por supuesto todo un conjunto de atractivos para la grey infantil. Eran tiempos de bonanza cuando todo el valle, con su capital, desde La Cuadriella hasta La Felguera, albergaba a una población sobre los 22.000 habitantes, afincados, económicamente, en las labores del subsuelo, es decir, la minería.

Hoy, sin ánimo de repetir consecuencias ya conocidas, los festejos, a la par que otras actividades, deben limitarse a otros niveles de posibilidad, dignos, por supuesto, pero no con tantos alardes. De todas formas comenzaron ya con el pregón de Carlos Vega, la coronación de reina y damas de honor, y el reconocimiento a los presidentes de Sotufe y a la reina de 1966. Verbenas y demás actos jalonan este fin de semana, destacando el desfile de carrozas y el festival de masas corales, la ruta ecuestre "Valle de Turón", partidos de fútbol, charlas deportivas, fútbol sala con el XII Memorial "Luis Fenro", el Día del Niño, fuegos artificiales y otras atracciones. Para el miércoles 14 se anuncia la procesión del Cristo, misa solemne, exhibición de entibadores y entrega de premios del certamen de relatos familiares "David Varela".

Recordando otros tiempos, cierta reseña periodística del 19 de septiembre de 1931 habla de verbenas en los Cuarteles de San Francisco, con la banda de música local en escena, concurridísima y alegre. Sin embargo, al día siguiente la procesión de Santo Cristo de La Paz, desde la capilla de La Crucina hasta la iglesia parroquial, tuvo menos concurrencia a causa del mal tiempo. Sí, hubo misa solemne con el director de la banda, Aniceto Pardo al órgano. Tras toda una jornada de actos y pese a la lluvia, la verbena estuvo muy concurrida con gente de todo el concejo, que asistió con gran alborozo al lanzamiento de los fuegos artificiales. El lunes se celebró nuevo acto religioso y nueva procesión que situó al Cristo de La Paz en su lugar de costumbre, es decir, la capilla de La Crucina. Una tarde de jolgorio y nueva verbena con gran animación. Pero antes, se celebró competición de tirón al pichón en "La Bárzana" que curiosamente no pudo finalizar por falta de pólvora.

Pese a lo expuesto existen hechos que la historia ha dejado recogidos en crónicas periodísticas. Uno de ellos habla de la acción, ocurrida el 16 de septiembre de 1932. Según "La Voz de Asturias", unos salvajes hacen volar con dinamita varias imágenes, entre ellas la del Cristo de la Paz. Tras una noche de verbena, sobre las dos y media de la madrugada se oyó el estampido de una fuerte explosión capaz de sembrar la alarma entre el vecindario. Pronto se supo que había sido en la capilla de La Crucina, lugar habitual de estancia de la imagen del Cristo de La Paz, ¡precisamente de la paz, señor! De acuerdo con lo descrito por el cronista, "personados allí, el espectáculo era horroroso, puesto que no se veían más que astillas pertenecientes al Santo Cristo, a la Virgen de Los Dolores, San Juan y todo el retablo". Posteriormente fue reemplazado por una nueva imagen obra de un conocido escultor.

En el barrio de La Peña, sus gentes buscaban siempre los favores del bien, a través de su devoción en torno al Santo Cristo de la Misericordia, cuyos festejos en tiempos prósperos de una zona periférica pero muy integrada en la vida comunitaria de Mieres, alcanzaban una gran expectación e interés colectivo. Y es que en La Peña y su zona de confluencia, convergían intereses económicos de alto voltaje como eran las explotaciones mineras de mercurio - cuyos efectos negativos aún hoy dejan restos - las del carbón de hulla, la presencia activa de familias dependientes de las instalaciones de Fábrica de Mieres, donde laboraban muchos de los habitantes de la zona, más la presencia del comercio y centros de hostelería. Con el éxodo metalúrgico como primer golpe bajo y el posterior cierre de los centros de laboreo minero, La Peña fue perdiendo su idiosincrasia de una forma paulatina hasta llegar, con la cercanía de las instalaciones del lavadero central de Hunosa, y el nudo de carriles pertenecientes a la autovía minera, a una total negación de sus anteriores poderes que, dicho sea de paso, llegaron a tener gran incidencia con diversidad de actividades y movimiento económico, tal como queda reflejado en el libro "De Mieres a San Tirso" del historiador José Antonio Vega.

Como era de esperar los festejos del Santo Cristo de la Misericordia también se vieron envueltos en el declive de aquellos tiempos pasados de gran animación en la amplia parcela del campo de La Unión, donde hoy día perviven, como señales de acción, el albergue de peregrinos a Santiago por la ruta astur y varias aulas de ensayos musicales para grupos de la propia capital del concejo.

Sí que se celebrarán algunos actos recordatorios de tiempos mejores. No faltará el principal del religioso a base de la misa en el templo actual, en cuyos frontales exteriores se encuentran dos reseñas dedicadas al que fue párroco Nicolás Felgueroso, impulsor de obras sociales en su jurisdicción, y al exalcalde de Mieres, Vital Alvarez Buylla, personalidad de gran interés por el presente y entonces futuro del barrio de La Peña. Otros modestos adornos dejarán constancia de la celebración de esta efemérides festiva que, reiterando creencias fiables, llegó a tener plena categoría en el conjunto territorial del concejo.

Y, por supuesto, que también en La Peña estuvo a punto de producirse un hecho material de destrucción de imágenes religiosas, tal como ocurrió en Turón. Cuentan ciertas reseñas recogidas de folletos festivos que por los años de la década de los treinta del pasado siglo, la juventud masculina del barrio tenía la costumbre de juntarse en tertulia, durante sus ratos libres, en la carretera general, a la altura del puente sobre el río Miñera, cuyas barandillas usaban para apoyarse. Como las mozas, en ocasiones, solían salir a pasear o a realizar algún encargo, a la vuelta eran acompañadas por los jóvenes.

Una tarde de 1936 -ya comenzada la contienda civil- los chavales que se encontraba en el puente, descubrieron que desde La Caseta venía un grupo de mozos que, por las apariencias, traían toda la intención de quemar la imagen del Cristo de la Misericordia y llegados a su altura invitaron a los de La Peña para que se unieran a la "fiesta". Sorprendentemente un muchacho del barrio, Eliseo Gutiérrez González, se plantó frente a ellos exhibiendo una navaja y manifestando que "el primero que lo intente lo pagará". A él se unieron otros compañeros y los de fuera no tuvieron más alternativa que largarse.

Así fue como se salvó el Cristo de La Peña de otro intento de destrucción. Cuenta el comentario de boca en boca que Eliseo fue hecho prisionero tras la guerra que él había hecho en la parte republicana y que, la circunstancia de haber salvado la imagen del Cristo le salvó a él, más tarde, de ser fusilado. De todas maneras este Cristo de la Misericordia pasó más tarde por unos cuantos trances, tal fue el caso de la desaparición, por una riada del Minera, de la capilla donde estaba. Hoy se conserva y venera en el templo parroquial del campo de La Unión.

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