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Desde la Meseta

Churros

Hace tiempo, pero que mucho tiempo, que no como churros. Vamos, ni congelados que también están buenos. Mas un día de estos, al meter en la tostadora de casa una rebanada de pan de molde, como quemo un poco por la parte de la corteza, al meterla en la boca..., me supo a glorioso churro.

Pensé al principio que era un problema mental, es decir, que estaba saboreando algo imaginario de alguien que pensaba en los churros y no en pan de molde. Pues no Señor, porque cuando metí en la boca la segunda rebanada, aquello seguía sabiendo a churro.

También pensé en un mal sabor de boca y que la mezcla del pan churruscado con la saliva podía dar como solución final el repetido y goloso churro, pero también falle en esa mezcolanza.

Di el tema como finalizado y ahora sigo tostando un poco más el pan de molde y saboreando lo dicho al inicio. ¿Cómo se logra tal efecto?. Pues no lo sé, pero probaré un día de estos el churro de verdad para ver, observar y degustar dónde está la verdadera diferencia de tal deleite.

No me olvido de aquella etapa en la cual, siendo cualquier hora y paseando por delante de las churrerías instaladas en la ferias de las fiestas, compraba aquellos churros, o porras, bien azucarados y calentitos que enseguida desaparecían al comerlos en un periquete. Unas veces estaban aceitosos, otras fríos, algunas veces la pasta no estaba bien conseguida..., pero los comíamos aunque se nos indigestasen un poco o mucho.

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