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A mi aire

Temblores

Las actuaciones de los políticos para guardarse los sillones

O mejor dicho, escalofríos puros y duros, como todos padecimos a cuenta de algún proceso gripal del que nadie se libra. Justamente son los que tienen la mayoría de los políticos que en el momento actual disfrutan de la consabida beca en las dos Cámaras, a lo que se podría añadir los de "la segunda y tercera fila", dependientes también de ellos, aunque la "beca" no sea tan jugosa.

A lo que se observa, parece que el sudoku está ya más que resuelto, pese al postureo para la galería, y a estas alturas de la película no quedan resquicios para la sorpresa, aunque como queda dicho aún existen temblores por parte de los que se quieren aferrar al puesto a costa de lo que sea.

Frente a los temblores de los que están inmersos en el problema actual, no deja de ser paradójica la tranquilidad ciudadana, cansada de tanto trapicheo, cambio de cromos o el desprecio a lo que sus bases piensan.

¡Coño, no me pidan ejemplos! La democracia resulta muy bonita, pero desde hace mucho tiempo está secuestrada por camarillas cerradas que hacen y deshacen en sus partidos a su libre albedrío, ¿o no?

Porque si fuésemos un país en el que a los que se les llena la boca con aquello de "España lo primero", resulta fácil imaginarse que una buena mayoría de ellos hace tiempo que si tuvieran un mínimo de decencia, estarían en su casa, los cuarteles de invierno o atravesando la puerta giratoria que siempre les espera. Pero no.

Al final, ahí va a seguir Don Tancredo, impávido y tan pancho con todo lo que salpica a su partido, los otros a esperar en que queda -después que los barrenístas hayan consumado su trabajo- para subsistir y no tener que cerrar la tienda, y el resto a la espera de recoger lo que vaya quedando de una España donde los desafíos separatistas siguen con constantes provocaciones, si que nadie les ponga coto.

Como diría un andaluz saleroso "una mierda pinchá en un palo". Mientras tanto, tan solo nos queda pasar de todo, por aburrimiento y hastío, o acurrucarnos en la pura resignación. ¡Que remediu nos queda!

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