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Dando la lata

No cuela

Nadie acudió a la llamada del Principado. Ninguno de nuestros investigadores emigrados ha caído hipnotizado por los cantos de sirena publicados en el boletín oficial de la región. "Volved, que os queremos, que os echamos de menos, que os prometemos un futuro esplendoroso, que os permitiremos trabajar en plenitud y sin condiciones, que os aseguramos estabilidad". Tururú trompeta. Ni uno solo rellenó la solicitud de retorno a Asturias. Ni uno. Porque no cuela, no puede colar, ya nadie con dos dedos de frente -y los objetivos de la llamada se supone que tienen bastantes más de dos- se deja engañar tan burdamente. Ni Asturias ni España cuidan la investigación. "Que inventen otros" debería figurar en la letra del himno. Y los incautos que años atrás cayeron en la trampa y abandonaron sus espléndidos laboratorios en Estados Unidos, Alemania y Reino Unido hoy sufren las consecuencias. Hay ejemplos sangrantes de magníficos investigadores que retornaron con la promesa de su país, el nuestro, de recibir el trato y los medios debidos, que acabaron en la estacada a las primeras de cambio. Porque la investigación científica y técnica no forma parte de las prioridades de este país. Ni siquiera es entendida, como tampoco lo es la inversión en ella. Un investigador asturiano en Asturias está expuesto a todos los avatares habidos y por haber. Porque los presupuestos, lo mismo que vienen se van; porque las estrategias son marcadas desde fuera, por tipos que no saben nada de nada, y de investigación, menos; porque la creación y puesta en marcha de un centro científico conlleva necesariamente la inclusión de un montón de personal inútil y nombrado a dedo, por lo que entre enchufados que no saben hacer la o con un canuto y liberados, los recursos económicos acaban devorados antes de alcanzar su supuesta finalidad: investigar. De ahí que nuestros cerebritos no piquen el anzuelo de la repesca. Ya padecieron recortes, supresión de planes, cierre de instalaciones, anulación de becas, la constante sensación de incertidumbre e inestabilidad, la mortal dependencia de los caprichos y vaivenes políticos y, lo más duro de todo, la incomprensión general. Como para volver, por mucho que uno añore su tierra. Si acaso, de vacaciones.

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