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A contracorriente

Ciudad jardín

El desordenado urbanismo con el que ha crecido Pola de Laviana

Siempre me han llamado la atención esos pueblos, villas o ciudades ajustadas a su entorno y a su paisaje. Localidades bien definidas, con espacios verdes y agarradas a un urbanismo sensato y atractivo. Todo lo contrario a lo que ha sucedido en mi villa natal, Pola de Laviana. Un enclave situado en un precioso anfiteatro natural, dominado por las moles pétreas de Peñamayor y Peña Mea, con el río Nalón marcando a su paso el ambiente geográfico y ofreciendo unos entornos plenos de fuerza natural. Pero los últimos urbanistas han dejado su impronta vulgar y desastrosa en planos de población con técnicas negativas y poca estética en sus definiciones de lo que representa una ciudad jardín. Había terreno, se contaba con un planeamiento esencial y el paisaje del contorno exigía acciones de sentido común. Pero todo se llevó a efecto con poco tino profesional. Calles estrechas, edificios impropios, mínima exigencia municipal, excesivos materiales hormigonados y gusto perdido u olvidado en esos despachos del sinsentido.

Ayer lo comentaba con varios paisanos amantes de su terruño y tristes y apesadumbrados por la deriva constructiva de una población que pudo ser un ejemplo habitacional por su modélica ubicación y que actualmente es una localidad sin personalidad y alejada de los cánones de una villa con estilo y nombradía. Es una realidad palmaria que está ahí para ver y observar. La Pola en su devenir se ha convertido en un pueblo más de los que jalonan la cuenca del Nalón. Ya no se respira el ambiente de otrora, ese hecho diferencial que imprimía carácter, las mentes pensantes ya no residen en la villa, el entusiasmo por lo doméstico brilla por su ausencia y el desinterés por muchas acciones locales no se evidencia como en otros momentos. Quizá muchas de estas percepciones sean producto de la nostalgia y de los años, pero lo cierto es que la localidad ha quedado anclada en sus viejas virtudes, sus plazas han dejado paso a la indiferencia, los nobles edificios se han diluido y en su lugar surgen construcciones feosas y las tradiciones de un pasado lejano comienzan a desdibujarse. La ciudad jardín que muchos deseaban para su localidad se ha disipado por arte de mandarines que desconocen la verdadera estética poblacional y casi todo vale en materia constructiva... El orgullo natal apenas existe y sólo permanece un mínimo de carácter local gracias a los aires de Peña Mea y el Nalón adolescente que cada día que pasa más se parece a una cloaca que a un cauce fluvial de los más importantes del Cantábrico. Ese parque fluvial en la Chalana está en la mente de los nativos con ideas de progreso y hasta la fecha nada de nada, el Gran teatro Maxi abandonado a su suerte y esperando que más pronto que tarde se derrumbe de un soplo ocasional... Ayer un amigo insistía en el tema. La vulgaridad se ha instalado en nuestro pueblo y esa esencia tan local y comentada en más de una ocasión por Armando Palacio Valdés se ha esfumado. Más estética, más entusiasmo por lo doméstico, más corporación y menos individualismo, son frases para alcanzar la verdadera Ciudad Jardín. La crisis económica, la crisis de identidad, el acomodo actual y muchos valores olvidados, han sido y son hechos decisivos que se reflejan en este comentario triste y desabrido. Y lo escribo para remover a las conciencias de todos, la sociedad civil y la política. Ambas de la mano. La capital del alto Nalón necesita reinventarse y buscar esa promoción necesaria que la saque de un ostracismo sin límites. Los paisajes en declive es lo que traen...

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