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Concejal de Mieres

Un premio más que justo

Carmen García y Rubén Vega son dignos ganadores del galardón "Pozu Fortuna"

El pasado sábado 22 de octubre tuvo lugar en el Pozu Fortuna de Turón la VIII Edición de los premios que llevan el nombre de tan emblemático lugar. Este año, los premiados fueron los integrantes del equipo de investigadores de la Universidad de Oviedo dirigidos por los profesores Carmen García y Rubén Vega que desarrollaron a lo largo de varios años los proyectos "Identificación de fosas comunes y otros lugares de enterramiento de personas desaparecidas como consecuencia de la Guerra Civil en Asturias", "Voces del Pasado. Testimonios orales de represión y violencia política en Asturias" y "Geografía y Memoria de la Guerra Civil en Asturias". Un proyecto ambicioso del que resultó, entre otros, el excelente mapa interactivo de las fosas comunes de Asturias, accesible a todo el mundo, o el listado de víctimas de la represión.

Entre las razones que nos llevaron a los miembros del jurado a dar el premio de este año a este colectivo son, aparte de la impecable calidad científica del estudio, avalada por la enorme profesionalidad de todos los integrantes del equipo, cuyo trabajo y esfuerzo fue mucho más allá de lo exigible, el componente participativo del mismo: este mapa hubiera sido imposible sin la colaboración de cientos de personas de toda la geografía asturiana, testigos ellas mismas de la represión, que colaboraron desinteresadamente en localizar las fosas y aportar datos sobre quienes podrían hallarse en ellas. Estamos, por lo tanto, ante un trabajo de una calidad excepcional, impecable, que contribuye de forma definitiva a esclarecer la verdad histórica de los terribles años de la Guerra Civil y primeras décadas de la dictadura franquista.

Verdad, justicia, reparación. Esa es la consigna común de los movimientos contra la impunidad de los crímenes de estado de todo el mundo. Es evidente que de esta trilogía, en el Reino de España bien poco se hizo por cumplirla. El manto de olvido que supuso la transacción de 1977 (amnistía por amnesia) implicó renunciar a la verdad y con ello a la justicia y a la reparación a las víctimas de las tropelías y crímenes del régimen falangista. La mal llamada Ley de Memoria Histórica de 2007, a cambio de una mínima búsqueda de la verdad en tanto que reconocimiento explícito de los crímenes, implicó un nuevo clavo en el ataúd de la justicia al dar por legales los juicios-farsa, auténtica aberración jurídica con la que se justificaron las ejecuciones regladas de miles de opositores. De las desapariciones, ni hablar, por no mencionar los robos de patrimonio y hasta de bebés, o un mínimo reconocimiento a los familiares de las víctimas por su larga marcha de humillaciones, exacciones y atropellos a los que se vieron sometidos durante cuarenta años.

La aberración sigue. Hoy, en 2016, a ochenta años del inicio de la Guerra Civil, el Reino de España ostenta el dudoso honor de tener el segundo puesto mundial en desaparecidos y fosas comunes. El primero lo ostenta la Camboya de Pol Pot. Por lo tanto, de la trilogía verdad, justicia y reparación, negada legalmente la justicia por las instituciones, muertos prácticamente todos los verdugos, inviable ya cualquier procesamiento, solo queda la lucha por la verdad y la reparación. Y es desde ahí desde donde las instituciones asturianas, Principado y concejos, vista la voluntad manifiestamente contraria al derecho internacional del gobierno español, deben actuar. Sigue siendo necesario completar el mapa de fosas y el listado de víctimas, cuya financiación fue paralizada por el Principado en 2011, como sigue siendo necesario borrar del espacio público todos aquellos elementos que implican homenaje o reconocimiento a la dictadura y sus verdugos. Es necesaria una Ley asturiana de Memoria Histórica, como es necesaria la labor coordinada de los concejos para contribuir, en definitiva, no a "reabrir viejas heridas", como dicen algunos de forma hipócrita, sino para contribuir a que cicatricen definitivamente.

El Pozu Fortuna es uno de tantos espacios del horror y la vergüenza que hay por toda la geografía asturiana. Debemos hacer de él un símbolo de la voluntad de reconocimiento a todos aquellos que murieron sacrificados en nombre de la ideología más criminal del siglo XX, el fascismo, en su vertiente nacionalcatólica española. No solo por la dignidad de las víctimas, sino por la nuestra, asturianos y asturianas del siglo XXI conscientes de nuestro pasado.

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