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Dando la lata

Trump por San Martín

Con las dotes de adivinación que me caracterizan, el otro día dejé por escrito que a Trump le llegaba su San Martín. Qué gran ocasión perdí de haberme callado. Porque lo mío tiene delito, lo reconozco: no solo soy proclive a los pensamientos erróneos sino que, encima, los plasmo en una columna del periódico para que quede buena constancia de ello. Ciertamente, a Trump le llegó el San Martín, pero equivoqué su papel en la función: yo lo veía despanzurrado sobre el banco cuando la realidad ha constatado que era el matarife. Y el gochu era hembra. Vaya fallo. Esto de leer el futuro no es lo mío, está claro.

Es posible que lo que me suceda sea que inconscientemente me niego a ver y aceptar las evidencias que tengo delante. El populismo -y considero un error ponerle adjetivos, que si unos de izquierdas y otros de derechas-, el populismo, digo, está calando hasta lo más hondo de las sociedades modernas. Acabo de leer un estudio que revela que el 80% de la ciudadanía estadounidense manifiesta estar harta de los políticos. No es solo un dato: es el caldo de cultivo perfecto para el desarrollo del mensaje populista, el de "a todos estos chupones me los voy a llevar por delante". La deriva de la política tradicional, tan encadenada a los intereses de los más poderosos y tan apartada de la calle, está alimentando este peligroso fenómeno. Y si alguien representa la política de salón que jamás pisa sobre el duro suelo es Hillary Clinton.

Los electorados occidentales están asustados y cabreados, son como habitaciones repletas de cartuchos de dinamita. Unos, con sus prácticas corruptas y su desprecio al ciudadano, se encargaron de extender la pólvora. Y ahora aparecen unos tipos y unas formaciones con mecheros encendidos. La reacción colectiva es poco inteligente, pero la habitual en estos casos. En vez de mejorar, romper; en vez de corregir, destrozar; en vez de armonizar, expulsar; en vez de aproximar, apartar. Porque si las promesas de un mundo más unido e interrelacionado solo han traído más riqueza para unos pocos y desgracia general, normal que tanta gente ahora prefiera soltar amarras y volver a lo de antes.

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