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Dando la lata

El y ella

Pasea por su barrio y se siente extraño, desplazado. No identifica el lugar en que nació, creció y vive. Los vecinos de siempre, las pieles blancas y las pupilas claras se pierden en un mar de ojos rasgados, chilabas, pieles oscuras. Y no puede evitar la inquietud de no reconocer su propio entorno, pero calla para no ser tachado de xenófobo y racista. Le dijeron que la unión de los países sería beneficiosa. Sin embargo, cambiaron su moneda por otra común y su capacidad adquisitiva se resintió. Las fronteras fueron derribadas y la fuerza productiva huyó. Hoy, el empleo de su hijo pende de un hilo. Y el futuro de su nieta es del todo incierto. Porque, además, el colegio del barrio, que antaño significaba seguridad y conocimiento, hoy no asegura nada de eso. Y desde la ventana del salón ve pasar la vida en una dirección que no le gusta. Unión, globalización, multiculturalidad. Nada de ello le ha reportado beneficio alguno. Pero no se atreve a manifestarlo, porque la moral predominante lo condenaría.

Para ella, su pueblo cambió radicalmente. La mayor parte de la gente de su infancia y juventud se fue. Y su lugar lo ocupan hispanoamericanos y orientales. Las granjas de las afueras subsisten a duras penas porque la competencia global es infernal. Y la fábrica en la que trabajó su esposo hasta la jubilación echó el cierre para implantarse en el extranjero. Hoy sus hijos viven lejos y tienen empleos inestables y mal remunerados, aunque el coste de la vida ha aumentado sin parar. Y observa la calle principal del pueblo, que no se parece en nada a la de su niñez. Y siente que una familia tradicional, de raza blanca, tan común medio siglo atrás, hoy parece una excepción. Sí, la modernidad produjo cambios en su vida, pero no está a gusto con ellos. Pero no lo dice, porque de inmediato sería descalificada.

El y ella solo tienen una oportunidad de expresar su descontento: votar. Y a ambos lados del Atlántico, otros muchos como ellos, muy decepcionados, lo están haciendo. Porque si el futuro mantiene el rumbo actual prefieren dar la vuelta. Y que no lo reconozcan públicamente no significa que no estén ahí.

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