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Velando el fuego

A vueltas con el carbón

La difícil situación que tienen que revertir los sindicatos mineros, con el sector muy tocado

Es inevitable que cualquier mudanza pueda servir para hacer presagios sobre su futuro. En ocasiones, cambiar las cosas de un lugar a otro resulta más favorable, del mismo modo que otras veces se trata de una operación inútil, cuando no perjudicial. Y, por lo tanto, a las modificaciones personales -alguien que se va y cuyo puesto queda cubierto por otro- les sucede un tanto de lo mismo. En este caso, la mudanza se ha producido en el Gobierno central, como consecuencia de las nuevas designaciones ministeriales. Unas carteras permanecen en los brazos de quienes continúan saboreando su protección, mientras que otras han pasado a otras manos, que, como es lógico, se apresuran a recibirlas con júbilo. Nada nuevo, pues, si se tiene en cuenta que la política es un baile en el que todos tienen la obligación de participar (que unos dancen con más honestidad pública que otros es lo que sirve para medir las diferencias).

Por lo que respecta al nuevo mando político en el ámbito energético, el timón se encuentra ahora bajo la vigilancia del ministro del ramo, que, por cierto, es gemelo del exsecretario de Estado del mismo barco, lo que a priori indica que los cambios continúan formando parte del mismo estamento familiar, sin que sea necesario arrugar mucho la frente para darse cuenta de que tales maniobras obedecen a un intento de apuntalar las anteriores directrices políticas. Como es lógico, a la vista de los cambios introducidos, los sindicatos se han apresurado a contactar con los nuevos interlocutores, dado que el problema del sector continúa varado en las mismas aguas, sin que durante estos años haya aparecido alguna corriente que pudiera modificar el curso de un río cada vez más negro y por el que merece la pena continuar luchando, pues ha servido como seña de identidad y como sustento para gran parte de los habitantes de unas cuencas pintadas con el color del desencanto.

Algunas frases de los dirigentes sindicales, tanto de FICA-UGT como de CC OO de Industria, recogidas en este diario, están cargadas con la pólvora de la razón: "Lo más urgente es que las térmicas empiecen a comprar carbón? ya que de lo contrario la minería cerrará", o "el carbón va a ser necesario en los próximos años? tenemos reservas?" Lo peor de todo es que en los asuntos donde el dinero entra en la habitación, la razón suele acabar saliendo por la ventana. Y es que a las térmicas, y a la feria que hay montada a su alrededor, lo único que les interesa es arrimarse al mejor postor, venga de donde venga y en las condiciones que sea. Sólo un Gobierno exigente -nada que ver con el guión del actual-, dispuesto a priorizar los intereses ciudadanos antes que los puramente económicos, podría reconducir a la situación a un estado de equilibrio que permitiera atisbar algún tipo de esperanza para el sector.

El grado de cumplimiento del plan del carbón, los proyectos empresariales o las infraestructuras previstas son, entre otros, algunos de los temas que los sindicatos tendrán que debatir con los responsables del gobierno. Cierto es que la empresa no parece, precisamente, fácil; pero no es menos verdad que, si se arroja la toalla, la muerte de las Cuencas puede darse como segura. A quienes siempre andan con las luces a medias o, en ocasiones, del todo apagadas ("no hay nada que hacer, el futuro de las cuencas está perdido?.), hay que recordarles que la resignación no ha sido nunca una medicina eficaz. Y que, por el contrario, las veces en que se han conseguido mejoras importantes (ejemplos hay de sobra para demostrarlo) fue gracias al esfuerzo y al tesón de nuestros hombres y mujeres. Suerte.

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