Los años 30 del siglo pasado fueron sin duda una década convulsa: el fervor revolucionario recorría Europa y tras la crisis del 29 el fascismo se perfiló como la salida de la burguesía para hacer frente a esas aspiraciones revolucionarias de los trabajadores y trabajadoras. En el Estado Español la lucha contra el fascismo se convirtió en la esperanza de las capas populares no sólo para hacer frente al fascismo en Europa, sino para que la salida al mismo fuera la transformación revolucionaria y la construcción de un mundo nuevo que defendiera los intereses de las mayorías sociales.

Y en este contexto todas las luchas sociales cobraron auge. No solo la lucha central entre capital y trabajo fue clave, también otras reivindicaciones como la lucha de la emancipación de la mujer. Con la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931 las mujeres dejábamos de ser tratadas como menores de edad dependientes de un padre o un marido y pasábamos a tener plenos derechos políticos.

Algunas conquistas fundamentales fueron el derecho al sufragio, que pudiéramos elegir casarnos o seguir solteras, divorciarnos una vez casadas y tener el derecho a la patria potestad de los hijos e hijas, contratar servicios, estudiar en pie de igualdad, trabajar y disponer del fruto de ese trabajo. Pero el reconocimiento de estos derechos por las leyes no hace efectivo de manera inmediata un cambio en la realidad social, tras siglos de opresión sabemos que cualquier cambio exige algo más que el reconocimiento legal. Es por ello, que en medio de esa ebullición revolucionaria y con el aperturismo de la II República las mujeres dieron también el paso de sumarse a la lucha por la emancipación. Así en el año 36 aparecen sendas organizaciones cuyo objetivo era la politización de las mujeres y la reivindicación de su lucha. Hablamos de la Asociación de Mujeres Libres y el Secretariado Femenino del POUM.

El Secretariado se posicionó de manera clara en dos sentidos: En primer lugar, que las mujeres eran militantes como los hombres y tenían los mismos derechos y obligaciones que los compañeros, teniendo su puesto en el partido y en segundo, que el suyo era un feminismo proletario que buscaba la verdadera emancipación de la mujer. En todo momento pretendieron diferenciarse del feminismo burgués y realizaron una feroz crítica a la unidad con las mujeres burguesas: "Todas las mujeres que queremos luchar por nuestra total emancipación tenemos la obligación de unir nuestros esfuerzos. Pero no en una Alianza de Mujeres Antifascistas, en la que tengan cabida todas las mujeres de la burguesía que antes del 19 de Julio vivían de nuestra explotación y nos humillaban (?). Nosotras luchamos por un Frente de Mujeres Revolucionarias que gane la guerra y que haga triunfar la revolución".

La Asociación de Mujeres Libres nace autónoma y anarcofeminista para ellas no era posible una revolución social sin acabar con la cultura que relega a las mujeres en la educación, en el trabajo y en las relaciones personales, familiares y sexuales. La educación fue el centro de su tarea.

Ochenta años después de que estas mujeres se pusieran en pie, las fundaciones Anselmo Lorenzo y Andreu Nin queremos rendir homenaje a ambas organizaciones, para lo que desarrollamos unas jornadas del jueves 1 al sábado 3 de diciembre con varias propuestas de debates, documentales y actos lúdicos que no se pueden perder y que nos permitirán trazar el hilo rojo de la historia entre la lucha de aquellas mujeres, y el feminismo de nuestros días, que nos ayude a avanzar hoy en el camino de las luchas y reivindicaciones feministas.