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Dando la lata

Pensiones y miedo

Si hay algo que me está fastidiando últimamente -y estoy haciendo un esfuerzo notable para que casi todo lo que me solía poner de los nervios hoy me resbale, más que nada, por mi salud mental- es la puñetera costumbre de este país de intranquilizar a los jubilados. No hay día en que no se hable del futuro de las pensiones, de lo poco que queda para que se acabe el fondo de reserva, del inevitable recorte de las pagas. De verdad, no hay derecho a esto, a amargar la existencia de los que se pasaron la vida contribuyendo, a incordiar a nuestros ancianos, que merecen, y se han ganado, la tranquilidad de unos ingresos regulares y garantizados. Pero cada vez que un jubilado se sienta delante de la tele a ver las noticias, zas, se topa con la cantinela de marras y se pasa los días con el comecome de no estar seguro de si cobrará la siguiente mensualidad. Insisto, no hay derecho a ello. Y lo digo porque lo conozco, porque trato habitualmente con unos cuantos y, los pobres, están inquietos. Si estamos haciendo mal las cosas, será cosa nuestra y, por tanto, habremos de ser nosotros los que paguemos las consecuencias -lo sé, tampoco debería ser así, y los perjudicados tendrían que ser los culiparlantes que ocupan los escaños y los consejos de ministros, pero somos conscientes de que las cosas no irán por ahí precisamente-. En la tertulia del contenedor tenemos varios ejemplos de jubilados preocupados que, además, ahora están tirando del carro de sus hijos y nietos, que se quedaron a dos velas. Y cada vez que ven un telediario se les ponen los pelos de punta. Y pasan noches en vela imaginando un futuro sin la pensión. Y por más que los demás insistimos en que eso, de suceder, ya no les tocará a ellos, no hay manera de tranquilizarlos. Me parece criminal andar jugando con algo tan serio y que afecta tan profundamente a una población sensible y vulnerable. Y utilizar el tema para captar sus votos a base de alarma y miedo es algo asqueroso.

Me revienta pensar que haya ancianos atemorizados por quedarse sin pensión. Y los hay.

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