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Velando el fuego

Excelentes cosechas

La pujanza cultural de Langreo y sus numerosos certámenes literarios

En fechas recientes, un gran escritor asturiano aseguraba en una charla que dio en Langreo que nuestra zona era, a su juicio, el lugar de todo Asturias en el que se concentraban mayor número de actividades culturales. Una afirmación a la que yo también he hecho referencia en ocasiones, puntualizando siempre que la designación por la UNESCO, a principios de la década de los 60, de Langreo como el kilómetro más culto de Europa no había sido baladí, y que desde entonces había comenzado una carrera que, de una forma ininterrumpida, ha llegado hasta nuestros días, como resulta fácil de comprobar a la vista de las innumerables actuaciones que se pueden disfrutar en nuestra cuenca (los viernes resulta difícil elegir entre el abundante menú de que gozamos).

Esta semana, y a modo de tantos ejemplos como se podrían citar, tuve la suerte de asistir en primera fila al fallo de dos certámenes que, año tras año, van adquiriendo mayor dimensión. En el primero de ellos, el de poesía de La Nava, dedicado al inolvidable Alberto Vega, se recibieron más de 300 trabajos procedentes de escolares de ambas cuencas: Olái Leal Vázquez y Daniel Lombraña Fuente resultaron ganadores en las distintas categorías por edades. Lo que demuestra que "ese misterio formado por la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse", en frase de García Lorca, continúa alumbrándonos. Durante 17 convocatorias el premio no ha decaído, de lo que queda constancia por las abundantes composiciones que se reciben cada año y, sobre todo, por la calidad de las mismas. Hasta el punto de que varios ganadores del certamen se han convertido en voces de referencia -premios y publicaciones les avalan- de la actual cartografía poética del país. Un certamen que, justo es decirlo, debe gran parte de su éxito, además de a la resonancia de una figura importante como Alberto Vega, a los esfuerzos de una junta directiva encabezada por Miguel Montes, promotor infatigable del premio.

Sin tanto historial en el tiempo, pero con no menor entusiasmo, el bar "Casa del Marqués" en La Felguera, ha cumplido hace unos días con su IV Premio Internacional de Relatos Cortos. Más de un centenar de trabajos recibidos (Francia, Argentina o México se dejaron ver en los sellos del correo) avalan también el prestigio de un certamen que se va consolidando y que ya ocupa un lugar importante dentro de los concursos del país. Este año se impuso por unanimidad del jurado el excelente relato, "Almanegra", de la valenciana Laura Cabedo Cabo. Hay razones que explican el éxito del concurso, y que, sobre todo, se concentran en la dueña del bar, Jovi (así la denominan amigos y parroquianos), que, a su innegable interés por la cultura (se puede dar constancia de que es una voraz lectora), une también grandes dotes creativas, hasta el punto de que dentro de unos meses expondrá una colección de escultura en una sala de nuestra localidad.

Si a todo lo dicho se añade el próximo fallo del XVI Concurso Literario de Redacción organizado por la Fundación Marino Gutiérrez, al que concurrieron dos centenares de trabajos, o las constantes actividades de asociaciones culturales como Cauce o Filanderes, además del Centro de Creación Escénica Carlos Álvarez Nóvoa, entre otros, se puede asegurar que existen suficientes razones para pensar que Langreo, además de los problemas de desertización ya conocidos, es también un lugar agradable para vivir. La cultura no puede habitar en una orilla opuesta al desarrollo humano, por mucho que los economistas hagan énfasis en valores de mera rentabilidad. Más bien, por el contrario, la cultura ha de entenderse no como algo "valiosamente accesorio", como un "cadáver exquisito", sino como una dimensión vital en los procesos de crecimiento, tanto individuales como en todo lo que afecta a la dimensión pública: fortalecimiento de las instituciones, tejido y capital social, movilización ciudadana... En la cultura está la vida; o al revés, si se prefiere.

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