Este país y sus gentes siempre estuvieron presentes en nuestra casa. Un tío abuelo emigró a finales del XIX a Cuba. Su hermana, mi abuela paterna, siempre tuvo contacto con él. De tal forma que, cuando mi abuela enfermó, fue mi madre la que continuó carteándose con los allí residentes.
Recuerdo los nombres de América e Isabel, cuyas cartas "por avión" se guardaban con cariño en una caja metálica de galletas. Dichos escritos se fueron agriando después de que entró Fidel Castro. Tanto América como Isabel pasaron a ser defensoras del nuevo régimen y hablaban mucho de un sobrino que se alió con Fidel.
Mi madre les preguntaba cómo estaban y si lo pasaban mal, a lo que respondían que no, que estaban muy contentas, en tanto que mi progenitora les respondía que las noticias que nos llegaban a España eran contradictorias. Y así, poco a poco y cada vez más distantes, se acabó la relación con la familia.
Años después, familia de familia que allí trabajaba, salieron corriendo de la isla y el negocio que tenían, Banca González Hermanos, fue absorbido por el Gobierno.
Luego, estudiando Comercio, tuve un compañero cubano con ideas izquierdistas. Años después me animé a coleccionar sellos de Cuba, con lo cual establecí relaciones con un funcionario de Correos de aquel país. Mi relación fue buena hasta un día que surgió un problemín, que años más tarde solucionamos. Ahora nos carteamos un par de veces al año, me envía los sellos emitidos, transfiero su importe y nos llevamos bien, preguntándonos por la familia y cómo nos va.
Fallecido Fidel, nada la dije, ni pienso comentarle nada a favor ni en contra. Escucho comentarios de toda índole por radio y televisión.
Para cerrar, mi opinión personal es que deseo una Cuba libre y prospera, porque lo necesita, sin olvidar el esfuerzo que hizo Eduardo Barreiros para levantar dos fábricas que después cerraron. Un ejemplar español que murió allí solo.
