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Desde mi Mieres del Camino

Andrea Vázquez, una mierense en las antípodas

Una joven ingeniera que encuentra trabajo a miles de kilómetros de la región

Esa época del año, que estamos dejando atrás, es propicia al regreso esperado al hogar, como el turrón de marras. Así se da el caso frecuente de encontrarse uno con nativos de esta tierra que buscaron nuevos horizontes y aprovechan las Navidades para encontrarse con feudos y amigos. Y? ¡qué casualidad! Ahora se da la circunstancia de que una buena dosis de los que retornaron este fin de año, eran jóvenes. Paradojas de la vida, aunque se le podía llamar de otra forma.

No resultó difícil encontrar la representación de esa juventud emigrante. Y además con una excelente carga personal en su curriculum. Andrea Vázquez López, mierense de nacimiento en La Pasera, tiene veintiséis años aunque cualquier observador podría adjudicarle tres o cuatro menos, dada su carita de niña y su simpática sonrisa levemente tímida. Y sin embargo, ¡fíjense ustedes!, Con su título de ingeniero superior industrial, antes había hecho el grado inferior de técnico, dirige obras en un túnel, el mayor del país, en Nueva Zelanda, que es algo así como en las antípodas de este suelo patrio español.

Hija única del matrimonio formado Andrés, lampistero en Nicolasa y de María Jesús, profesora de ciclo formativo, se inició con primaria en el Liceo Mierense para pasar al bachillerato en el Instituto Bernaldo de Quirós, y ya los siguientes ciclos universitarios de ciencias, con un nivel de notas realmente destacado -aunque ella no le da importancia a este detalle - a los veintitrés años ya lucía su historial el título máximo de ingeniería industrial. A partir de ese momento se lanzó a la búsqueda de empleo por Madrid, y como becaria de Asturias -lo que le hace estar cotizando a la seguridad social en España- suscribió contrato con la empresa SICE, dependiente del grupo ACS, (ya saben, don Florentino Pérez S.A.) para embarcarse en una aventura increíble, tras once meses en la capital española tomando contacto con las características de la obra donde iba a funcionar, porque, dicho sea de paso, le ofrecieron irse a Nueva Zelanda para participar en la dirección y construcción de un túnel de más de dos kilómetros y medio de longitud que aquí puede resultar normal, pero que al otro lado del globo terráqueo es toda una novedad por la escasez de este tipo de infraestructuras en un país de cierto retraso en lo que se refiere a estos equipamientos, con cuatro millones de habitantes, pero que en su línea de automatismo va a comunicar dos zonas de una ciudad, la de Auckland, la mayor de la isla norte del país. Que si bien no es la capital administrativa, si resulta la de mayor censo de población con más de millón doscientos mil habitantes, algo así como la cuarta parte del conjunto. Según nos comenta Andrea "están, con la obra, en la recta final y la previsión a la vista es de que en abril quedará todo concluido, tras la incorporación de su refuerzo y el de otros técnicos, porque se había detectado esa necesidad con el fin de sacar el proyecto adelante, sobre todo vista la particularidad de que a estas alturas todo camina dentro de la previsión".

Cuando se le pregunta a Andrea Vázquez si le gustaría desarrollar su especialidad sobre electricidad en España, un halo de nostalgia parece envolver su respuesta. "Siento esa necesidad -dice- de estar más cerca de los míos, pero desgraciadamente aquí no existen obras donde colocarse con visos de estabilidad. Cuando se termine el túnel en Nueva Zelanda volveré a esta tierra y de nuevo con el curriculum vite, al que incorporaré mi experiencia actual, a ver como se dan las cosas ya que en la empresa donde estoy puesto que, cabe la posibilidad de continuar con vistas a nuevas actividades".

Indudablemente la experiencia de esta joven mierense con su ingeniería industrial por bandera, le ha servido, no solo para presentar ya cierto cartel, pese a su juventud, sino que ella, según manifiesta, ha sabido aprovechar el tiempo, al igual que otros compañeros españoles, por ejemplo, en el perfeccionamiento del inglés porque, dicho sea a tiempo, allí es el idioma que impera, a pesar de la mezcla de emigrantes a la búsqueda de empleo que se ha producido en este país del océano Pacífico. "Tenemos ocho horas diarias de trabajo -asegura Andrea- y el dominio del idioma inglés viene por añadidura puesto que es el que se habla como norma general. También se pueden aprovechar los descansos para conocer una nación donde existe un clima muy parecido al nuestro y es posible realizar rutas y acampar con facilidad, así como estudiar algo la cultura maorí, población que es la aborigen de la isla y que en su día fue invadida por los ingleses que, en fin, hicieron de las suyas. Afortunadamente hoy existe un buen respeto por los nativos, pese a los estragos anteriores".

Al igual que muchos de sus compañeros, esta mierense aprovecha las oportunidades que suelen presentársele -vive sola en un pequeño apartamento- para practicar deporte, como por ejemplo realizar esas rutas en bicicleta, porque, la verdad es que, la faceta deportiva predominante es el rugby. Y como no hay compromiso sentimental serio por el medio? disfruta de lo que tiene a su alcance con una tierra donde sobresalen los valores de la naturaleza, la tranquilidad y el estar un tanto al margen de lo que ocurre en el resto del mundo.

Lo que a nuestra protagonista se le hace un tanto pesado es el tiempo que tarda en viajes cuando regresa a España o inicia el retorno a Nueva Zelanda. Normalmente parte de Madrid para hacer una escala técnica en Dubai y al final en su destino después de -es para asustarse un tanto- veintiocho horas de vuelo. Cierto que Andrea Vázquez está desarrollando un trabajo acorde con su condición y vocación y también que percibe mayores emolumentos de los que podía aspirar aquí en España, pero también es verdad que el nivel de vida de allá es superior al nuestro, aunque, en fin, allí acuden jóvenes preparados de todo el mundo, a saber, con los españoles también de otras naciones europeas, predominando los ingleses por aquello de haber dominado la situación en Nueva Zelanda muchos tiempo atrás. Lo que sí echa de menos Andrea es la comida española, pese a que en ocasiones se las arregla, junto a otros jóvenes de este país para preparar algún que otro menú de los nuestros.

Pues nada, como se suele decir "ingenieros españoles por el mundo". He aquí una muestra más que elocuente de la realidad que nos envuelve ahora mismo en esta tierra que nos ha visto nacer. Mientras que el censo español asentado en sus lares se va envejeciendo poco a poco -con grave riesgo para la "hucha" de las pensiones-, la juventud vuela al encuentro de lugares dónde desarrollar una actividad laboral que, según los expertos, es fiable y de lo mejorcito que arrojan los centros de formación especializada, en el continente europeo. Lo malo del caso es que han de buscarse las habichuelas, como en el presente caso, a muchos kilómetros de los círculos familiares y de relación personal.

Nos cuenta Andrea Vázquez una anécdota que a ella le hizo cierta gracia. Y fue la primera vez que escuchó, en Nueva Zelanda, la palabra kiwi. Y es que para los habitantes de la isla el término no se refiere a la ya popular fruta que por aquí se usa, sino que responde a la definición del yo, es decir, allí, "kiwi" es "yo". Así de simple y a la vez clarividente.

"Españoles por el mundo". He aquí una conclusión actualizada que se ha hecho habitual porque, en plan de añoranza, hay sociedades, en este caso la de "Mierenses en el Mundo", que decide anualmente destacar a todos aquellos personajes que de una forma u otra despliegan una actividad pública y desinteresada a favor de colectivos de españoles o nativos de otros países. Pues ahora habrá que ir pensando en tantos jóvenes como inician el camino de la emigración, en busca del "paraíso dorado" de un buen empleo y una compensación a tono con su formación, su sacrificio por lograr un estatus profesional con capacidad de éxito y posibilidades de futuro.

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