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Obituario

Javier Sabugo, el toque francés

Semblanza y recuerdo del exalcalde de Caso y médico anestesista, recientemente fallecido

Siempre consideré a Javier Sabugo un personaje de película francesa por su estilo, su comportamiento y por esa mirada penetrante con el pitillo anclado en sus labios. Un hombre del Languedoc, por situarlo en cualquier departamento del país vecino, esa bella zona francesa entre el Garona y el Ródano, de viejas leyendas e históricos pasajes en su vasto devenir. Javier Sabugo no sabía de mi pensamiento, pero actuaba perfectamente como un actor de aquella etapa de la nouvelle vague, un momento dulce del cine francés. En cualquier circunstancia de la vida, esta infatigable persona demostró su talante, su manera de entender las relaciones humanas, su convicción por sus ideas, su liberalismo y especialmente su amor por el terruño casín y el fervor por los amigos. En su mente inquieta la acción directa y la eficacia probada eran sus dictados, como así dejó su impronta en la alcaldía de Caso. Un gestor práctico en favor de la comunidad con políticas cercanas al vecino y hechos constatados para avanzar en la mejora de su territorio en fechas complejas por la escasa financiación municipal. Y en ese tiempo Javier Sabugo, que alternaba el cargo de alcalde con la profesión de médico anestesista en el Hospital Valle del Nalón, dio muestras de su buen hacer y de un entusiasmo envidiable para aprovechar con sapiencia los recursos endógenos de su concejo. Y así dos mandatos.

En estos momentos de pesar por su muerte prematura, sólo cabe recordar a Javier Sabugo por su carácter, su bonhomía, su ímpetu en algunas ocasiones y por concitar la voluntad de todos, cualidades de una persona de bien que amaba la vida como pocos y que disfrutaba de la caza y del paisaje doméstico en dosis abundantes. Para Javier Sabugo, El Campu era su refugio feliz, su reducto animado en compañía de sus amigos y del amplio paisanaje que dominaba la capital casina. Allí vivió escenas de sosiego y plenitud, rastros de emociones, secuencias intensas con planos largos sin fundido en negro y vivencias personales que lo convertían en un hombre nuevo. En su jubilación profesional dejando de lado su querido sindicato médico, su amigo y colega Vicente González de Cangas glosó su figura en estas mismas páginas haciendo hincapié en el sentido de la vida y en la amistad profunda como realidades tangibles de una existencia rica en experiencias y saberes, de esto sabe mucho su próximo Moisés Trelles que sigue sin asimilar el óbito de su incondicional amigo. Y Javier Sabugo ya cruzó esa línea roja de todo ser humano para alcanzar el espacio del más allá y recuperar la alegría y la eterna felicidad en unos Campos Elíseos donde van solamente los héroes mitológicos, según la leyenda de los clásicos griegos. Y en ese más allá bíblico, Javier Sabugo representará su papel de actor principal, con sus virtudes y defectos, con sus expresiones, sus giros, su enorme personalidad y sus modales de hombre sibarita y respetado. En suma, un casín de película que vivió su existencia amoldado a su acontecer y recibió a la muerte con entereza, esperanza y consuelo.

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