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Francisco Palacios

Líneas críticas

Francisco Palacios

Europa: mito y realidad

Reflexiones al cumplirse el 70.º aniversario de la Comunidad Económica Europea

En su libro "Europa en ruinas", el ensayista y poeta alemán, Magnus Hans Enzensberger, sostiene que es indispensable que la actual Europa desnortada no pierda de vista aquella otra Europa arruinada material y moralmente por los efectos devastadores de la II Guerra Mundial.

Pues bien, haciendo una pirueta en el tiempo, se han cumplido ahora sesenta años de la constitución en Roma de la Comunidad Económica Europea (actual Unión Europea), surgida en plena guerra fría. La efeméride coincide además con el inicio de las negociaciones para la salida del Reino Unido de las instituciones comunitarias. Por esa y otras razones se habla mucho estos días del incierto futuro de la Unión Europea (UE). Un proyecto que, desde el comienzo, se ha movido entre la mitificación y el pragmatismo.

Existe un sector para el que Europa es un símbolo inexcusable de libertad, democracia, paz, razón. Y la Novena Sinfonía como su himno glorioso. Es la expresión de una Europa sublime, mítica, que el expresidente francés Sarkozy llegó a definir como "la más bella construcción del ser humano", obviando, por ejemplo, que el fascismo, el nazismo, las dos guerras mundiales, las más devastadoras de la historia, surgieron precisamente en Europa.

A propósito, Miguel de Unamuno opinaba que los europeístas habían convertido a Europa en una categoría metafísica, más allá, de cualquier noción geográfica, política, cultural e histórica. Y tal vez con el ánimo de polemizar, afirmaba que era necesario españolizar a Europa antes que europeizar a España, frente a la visión orteguiana de que Europa era la mejor solución para los problemas de los españoles.

De cualquier modo, a esa Europa idealizada, referencia de normas y pautas, se contrapone la Europa real y diversa. Así la UE constituye un abigarrado conjunto de intereses y valores antagónicos y en continuo conflicto, con una estructura jerárquica tutelada por las naciones más ricas y poderosas, especialmente Alemania y Francia. El proyecto comunitario es un contrato a distintas escalas en el que conviven y superponen la Europa rica, la rescatada y la intervenida. La Europa del trabajo y del capital, de los braceros y de los banqueros. La Europa de las pequeñas empresas y de las poderosas multinacionales. La Europa nórdica y la mediterránea. La Europa del ocio y del negocio. La católica, protestante u ortodoxa. Y tal vez para evitar choques traumáticos, la Europa de velocidades y ritmos controlados.

Personalidades de gran relieve e influencia han venido advirtiendo sobre los graves problemas y deficiencias de la UE. Es el caso del político socialdemócrata alemán, Helmut Schmidt (1918-2015), que fue canciller, varias veces ministro y también presidente del Consejo Europeo.

Hace unos años, Schmidt se alzaba contra las políticas dictadas por las instituciones europeas, denunciando que Bruselas, "ese monstruo sin cara", era un nido de ineficacia e incompetencia, puesto que no había logrado ningún progreso significativo en los últimos años Y que los "20.000 sesudos funcionarios de la Comisión Europea (una cifra que ha crecido desde entonces) estaban ocupados muchas veces en cuestiones irrelevantes". Para Schmitd, la UE se había convertido en una inmensa torre de marfil, renunciado a cualquier modelo social avanzado y manteniendo un proyecto que solo trae "precariedad, fractura social, exclusión y desigualdad". Y que no habría futuro para UE si todo se supeditaba al bien de los poderosos.

De ahí que, en los últimos años, haya crecido una corriente de opinión para la que son inadmisibles las prebendas y los privilegios de una élite cuando a la mayoría de la población se le exige todo tipo de sacrificios.

En definitiva, el futuro dependerá de la dialéctica que se libre entre la Europa de las realidades y la Europa del retórico triunfalismo.

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