Un profesor nos decía que si teníamos diez páginas para estudiar, aprendíamos seis, nos preguntaban por cuatro y escribíamos dos. Era la simplificación del esfuerzo del alumno. Creo cierto que nuestros hijos estudian menos que nosotros, y nosotros lo hicimos menos que nuestros antecesores atrapados en reválidas y preus. La última contrarreforma de la reforma educativa baja aún más el listón. Para obtener el título de la ESO, que permite pasar a Bachillerato, se pueden suspender dos asignaturas, siempre que no sean a la vez Lengua Castellana y Literatura y Matemáticas. Tampoco es necesario sacar una calificación final de la etapa de 5, vale un 4. El acceso a la Universidad se mantiene, se llame como se llame. No es un problema de los centros, ni de los profesores, ni casi de las familias; estamos ante una catástrofe social. Ante un nivel educativo tan bajo, la obsesión es conseguir que los estudiantes obtengan un título, aunque sea con la acumulación supina de ignorancia.