Las cosas no están nada claras. Llevamos un tiempo que los prohombres de la calle Génova (PP) entremezclan las cuestiones y parecen jugar al despiste. Todos los días salta la liebre, sin que ésta sea de monte y el presidente, sea del Gobierno o de su partido, está negro con tanto acontecimiento. Sus posibles llamados acólitos cada mañana se despiertan con una pareja de la Guardia Civil a la puerta. Lo simpático, si así se puede decir, es que los vecinos están extrañados con las movidas, porque consideran buena gente a los hoy detenidos y metidos en casos de corrupción. Los más señalados ya duermen en la cárcel, en espera de juicio. Es terrible la cantidad de gente que quiso vivir mejor a costa de los demás, creyendo que nunca les iban a descubrir. Luego dicen que la justicia es lenta, pero al final inexorable.
Desde la Meseta