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Velando el fuego

Ceguera

La retina artificial podría devolver la vista, y tendría que aplicarse también a algunos gobiernos

Acostumbrado a entender el mundo en términos de semejanzas (o de diferencias, en otros muchos casos), siempre que me intereso por una noticia no puedo evitar arrojar sobre ella la luz de las comparaciones cuando termino su contenido. En este caso, mostré una especial satisfacción ante la buena nueva de que está a punto de probarse en el mercado una retina artificial para ciegos. Veinte años de pacientes y rigurosas investigaciones fueron necesarios para poder así ofrecer una esperanza real a personas que sufren enfermedades degenerativas de la retina en estadios avanzados, y que, de momento, no tenían una alternativa para su tratamiento. Lo que servirá también para tratar a personas completamente ciegas.

Cualquier noticia de este tipo, que sirva para mejorar nuestra calidad de vida, y, sobre todo, cuando se trata de ponerle remedio a quien ha visto apagarse sus ojos, es, sin duda, un gran motivo de alegría. Que, además, en este caso, y por lo que a mí se refiere, valoré aún más si se tiene en cuenta que la noche total formó parte de mi entorno más íntimo. Sobre todo, durante los últimos años de vida de mi padre, para quien la visión se limitaba -y aun así con evidentes dificultades- a una débil luz al final de un tubo en el que cabía toda la percepción de su mundo.

Pero como quiera que el agua de los ríos discurre de una orilla a otra, por muy distintas que sean sus riberas en ocasiones, me vino el recuerdo -"todo tiene que ver con todo" es una frase de Anaxágoras que le sirvió para describir la unidad del ser- de los últimos y desgraciados acontecimientos futbolísticos, con algunas muertes incluidas, y de las palabras de un entrenador de primera fila que descargaba la responsabilidad de los hinchas en tanto que debiera ser el Gobierno quien corrigiera estos desmanes.

Puesto a imaginarme que se pudiera dar con algún tipo de implante capaz de corregir tantas alteraciones maculares como se dan en el fútbol, hice mía esta frase y le puse la luz a un Gobierno que mereciera ese nombre, y que, por tanto, legislara de un modo honesto y justo, en el que los ciudadanos pudiéramos sentirnos tratados con igualdad y en donde nuestros derechos básicos: trabajo, vivienda, educación, sanidad? fueran moneda corriente. Si bien, me dije después, ese gobierno, en el que lo meritorio sería aquello que oficiara en beneficio de la comunidad social, no podría permitir que hubiera galaxias distintas, en algunas de las cuales se asientan los contratos y sueldos supermillonarios de quienes cobran por pegarle unas patadas al balón o forman parte de ese entorno privilegiado.

Puesto a seguir con la ficción, me encontré con una tabla salarial en la que todos caminábamos a una, y en las que científicos, investigadores, estudiosos?, que invierten los mejores años de su vida para mejorar las condiciones de la nuestra, eran tratados con la consideración debida en una sociedad en la que los méritos se contraían en razón de los beneficios comunitarios que se producen por el trabajo de cada cual.

Aguardo con expectación el momento en el que dé a probar esta lente correctora a tantas estrellas que miran el mundo desde su telescopio particular. Entre otras, a ese entrenador que clamaba por un Gobierno capaz de articular las medidas necesarias para evitar tantos estallidos de violencia. ¿Será capaz de entender que el cuero de la igualdad es una de las mejores medicinas para conseguir el equilibrio social?

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