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Desde mi atalaya turonesa

Benjamín Noval y el ferrocarril de Turón

El recorrido por la trayectoria de un ilustre turonés que pasó su vida entre raíles

Con la trayectoria de Benjamín Noval en el ferrocarril minero, conocido popularmente como "Trinchera de L'Agüeria", pretendemos traer a la memoria una parte de nuestra historia más reciente. Sirvan estas líneas como homenaje a Jamín, fallecido recientemente, y, en representación suya, al de tantos y tantos hombres que quemaron su vida en tiempos difíciles, no solamente en aquella línea sino en todo el conjunto de la Vía Estrecha que surcó el Valle y permitió trasladar el carbón desde los diferentes centros de producción hasta el lavadero de La Cuadriella.

Recordemos que el primer trecho de aquella línea enlazaba este punto con Carabatán. Hulleras de Turón iría, luego, inaugurando otros tramos hacia la parte alta del Valle a medida que ponía en explotación nuevos grupos (Véase obra del autor "El enigma de Turón" págs. 35-37).

Una vez cerrados los últimos episodios de la Guerra Civil en Asturias, en un tiempo de crisis profunda, evidentemente, se acometía la puesta a punto del sector final de la concesión minera de la Compañía (Urbiés) iniciando las obras de la citada" Trinchera" que, a través de un plano inclinado, uniría el paraje "La Molinera" con la "Vía Estrecha" que desde 1925 ya llegaba a las instalaciones de "Mina Fortuna". El total del nuevo tendido ferroviario era de nueve kilómetros y ciento cincuenta y seis metros; los últimos cuatro kilómetros lo constituían un ferrocarril independiente (Trinchera de La Zorera) unido al anterior por medio de otros planos inclinados donde se embarcaba el mineral procedente de los puntos más elevados del Valle que confinan con el concejo allerano.

En esta línea había que destacar la presencia de dos túneles y de tres puentes metálicos, siendo el más bello por su diseño singular en curva, el del Caburnu, lamentablemente desmantelado por la desvergüenza de unos, la avaricia de algunos y la nula sensibilidad hacia el patrimonio y la cultura de otros.

Pero volviendo a Jamín que es el tema central que hoy nos ocupa, diremos que había nacido en el año 1929 en el Puente Villandio y al estallar la guerra su progenitor fue movilizado y destinado al cerco de Oviedo. Era el mes de abril de 1937 y al día siguiente de llegar a los aledaños de la capital fue muerto en el barrio de San Lázaro a causa de un bombardeo de la aviación nacional. Así perdió Jamín a su padre en aquella guerra cruel y dolorosa que estaba llenando de congoja, de angustia y de dolor a la mayoría de las familias de este país.

El sangriento conflicto le impidió comenzar la escolaridad en el debido momento y solamente después de la llegada de las tropas del general Franco, en octubre de aquel año, se abrieron los centros docentes asistiendo a la escuela de La Llera cuando estaba próximo a cumplir los 9 años de edad. Concluidas las clases matinales, tenía que caminar unos cuatro kilómetros hasta Santandrés donde estaba instalado el comedor de Auxilio Social dedicado a los huérfanos de la guerra.

Una vez terminada la comida, los escolares formaban en la plaza de la panadería (eran todos niños entre 8 y 14 años) y hacían instrucción durante una hora con un fusil de madera y al final entonaban canciones del bando vencedor. Luego, desde este lugar emprendía la marcha hasta La Llera para, después de terminada la clase vespertina, poner rumbo, de nuevo, hacia Santandrés donde cenaba y, una vez realizados cantos y consignas patrióticas, regresar con su fusil al Lléu que era el lugar donde vivía en ese tiempo. En total una caminata de doce kilómetros. Y así todos los días. En esta desgraciada etapa de nuestra historia, la inmensa mayoría de los hijos de los mineros no tenían otra salida que el trabajo en la mina, una vez finalizada la enseñanza primaria.

Ese no fue, sin embargo, el destino de Jamín Noval, que siempre tuvo muy claro la dificultad y el peligro que entrañaba el adentrarse diariamente por aquel oscuro agujero de la bocamina. Y como gran versificador que era (al igual que sus hermanos Manolo y Ximina) lo expresaba de manera inconfundible con los siguientes versos:"A la mina nunca entré/de lo mucho que me alegro,/puedo sentirme contento/pues ya sé desde pequeño/que el carbón era muy negro".

Corría el año 1943 cuando Jamín comenzó a trabajar como pinche en la "Trinchera de L'Agüeria". Los tiempos eran extremadamente duros. Se estaba vivienda la postguerra que fue más horrible que los tiempos de la propia guerra. Había escasez de alimentos y de medicinas lo que traía para muchas personas la enfermedad y la muerte. Pero no cabía otra posibilidad que adaptarse a aquellas terribles circunstancias y Jamín, cumplidos los 17 años, pasó al depósito de locomotoras que la Compañía había construido en Arnizo. Allí desarrollaba su tarea como encendedor de máquinas.

De esta época guarda unos gratos recuerdos porque era joven y ya se sabe que la juventud es la mejor época del ser humano, cuando verdaderamente se abre a la vida por primera vez. Una etapa verdaderamente ilusionante. En cuanto al trabajo por ser nocturno tenía sus inconvenientes pero tampoco estaba exento de ventajas pues no se establecía un estricto control horario. Lo verdaderamente importante estribaba en que las locomotoras estuvieran a punto en las primeras horas de la mañana y esto se cumplía siempre. Por lo demás, las condiciones meteorológicas adversas durante el periodo invernal y "les fuertes xeláes" del otoño en aquella zona boscosa no representaban un problema insuperable. Su juventud podía con esto y con mucho más. Jamín nos lo explica de forma entrañable:" Noches de invierno que mi mente guarda,/ frío penetrante, enormes heladas,/ relámpagos, truenos y trombas de agua,/ un manto blanco de grandes nevadas". Son tiempos de silencio y obediencia.

Pero Noval que siempre fue a lo suyo que era cumplir con su trabajo, apenas percibió que estaba viviendo en un periodo de excepcionalidad, o si se dio cuenta de ello no le importó demasiado pues esta etapa juvenil de su vida la tenía como una de las más importantes de su existencia. Todos los recuerdos de esta época son agradables, si no escuchemos sus palabras: "Y hablando de noches las de primavera/cuando a las cinco y media amanecía,/cantaba la raitana la primera,/el malvís después le respondía,/!Que alborozo! en los años aquellos/en que yo cantaba como ellos". Llegó el año de 1955 y pasó a ocupar la plaza de fogonero en una de las locomotoras de aquel ferrocarril.

En realidad, le habría correspondido pasar a la máquina unos años antes donde se desarrollaba un horario diurno normal pero, de repente, aparecían otros, avalados por algún tipo de recomendación, y le cerraban el paso. El carbón del grupo "Urbiés" llegaba a "Fortuna" atravesando nueve planos inclinados, necesarios para que su embarque, después de múltiples maniobras, tomase, definitivamente, el rumbo del lavadero central. Tiempo en el que se seguía trabajando de forma frenética, pues todavía en 1968 catorce máquinas de vapor y dos de gasoil incorporadas tres años antes movían -ahora los cálculos se refieren a la totalidad de la Vía Estrecha- unas sesenta y ocho mil toneladas de hulla bruta cada mes. En ese año, aún quedaba un centenar largo de hombres que trabajaban en el ferrocarril formado por maquinistas, fogoneros, frenistas, camineros, vigilantes, telefonistas y toda una serie de personal auxiliar que hacían posible la puesta del preciado mineral en La Cuadriella desde donde partía hacia sus diferentes destinos.

Fueron muchos de escuchar los agudos silbidos de aquellos adorables monstruos con los que estábamos familiarizados los turoneses, que soltaban vapor a cada suspiro, guiados por legendarios maquinistas que se encargaban de vigilar la presión de la caldera y de controlar su movimiento. Fueron muchos años de contemplar, a su paso por "Los Cuarteles", La Felguera, El Lago, La Rebaldana, Santandrés y La Vera'l Camín, el arrastre de trenes de hierro y de madera, rezumando vapores y resoplando valle arriba para luego descender llevando consigo enormes convoyes cargados hasta los topes, pero apenas sin esfuerzo por la pendiente continuada, camino del lavadero de La Cuadriella. Fue, quizás, demasiado tiempo de vivir escuchando la misma partitura diaria para no añorarlos cuando poco a poco se fueron para siempre.

Por su parte, Jamín Noval, estuvo en la máquina hasta el cierre del grupo "Urbiés" en 1973 que coincidió con la clausura de toda la" Vía Estrecha". Él también llevaba clavada en el alma la nostalgia del ferrocarril de la "Trinchera de L'Agüeria", donde transcurrieron los años cruciales de su existencia pues coincidieron con el comienzo de una vida en común al lado de la que sería su esposa, Eloína, la hija de Dimas y Nuncia del Suquitu. Harto significativas son sus palabras: "Treinta años dejé en esa trinchera/ donde yo canté mucha tonada/ pasando de Fortuna a Molinera,/ allí dejé mi juventud entera/sin que por ello nada me pesara". Hablar con Jamín del ferrocarril de L'Agüeria, fuera en verso fuera en prosa, era el cuento de nunca acabar.

Enorme placer era escucharle. "Que si aquel maquinista, que si el tal frenista...". Estaba lleno de anécdotas y muchas de ellas de desternillarse de risa que hacían que el tiempo a su alrededor se detuviese como por encanto. Ahora que está en las estrellas, no me cabe duda que estará comentando con alguien de las bondades de una de las líneas férreas que surcó nuestra tierra en otro tiempo cuando a Turón, sus hombres y mujeres lo hicieron grande. Jamín, no quiero decirte adiós, sino hasta siempre.

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