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Cosas de Duke

Marcelino M. González

La emoción de la moción

Cuando estamos en el segundo día de la sesión extraordinaria del Congreso que debate la moción de censura contra el Presidente del Gobierno por el grupo parlamentario de Podemos y algunos de sus satélites, y sabemos que Rajoy no ha acudido en esta ocasión después de haber cargado a sus espaldas con las réplicas, dúplicas y tríplicas a los intervinientes, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que, aún sin finalizar, la moción resultó un espectáculo infumable, tedioso y reiterado en las consideraciones del candidato y su número dos, a la sazón su santa.

Lo único que resultó emocionante en todo el vodevil allí representado fue la inseguridad que despertó en los que allí estuvieron, y quienes pudieron verlo por la tele, acerca de cuándo terminaría el insufrible coñazo que, emulando a los discursos del desaparecido Fidel Castro, se desplomó como una losa sobre los diputados, de manera que unos dormitaban, otros jugaban al gilisaga y algunos hacían apuestas sobre la duración del tostón. Al final fueron 130 y 150 minutos los que se gastaron los dos podemitas para decirle a Mariano que era el Presidente de los corruptos, y poco más. Algo inaudito y desconocido en los anales de nuestra historia democrática.

Sin que el candidato hiciera una seria y plausible presentación de su programa de gobierno porque evidentemente era conocedor de que su moción estaba destinada al más absoluto fracaso. Sin embargo creemos que en su presentación había intenciones inconfesables de desdibujar al partido socialista y postularse como el único partido opositor al gobierno. Y aprovechando que ya estaba allí reconocer su error de hace un año al haber desaprovechado la oferta de Pedro Sánchez para formar gobierno. Pero será difícil que ese tren vuelva a parar en la misma estación, bien sabe el maquinista de que no va a llenar sus vagones. Rajoy se divirtió: "Señoría está usted destrozando el discurso de su compañera de escaño".

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