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Velando el fuego

Educar en igualdad

El partido disputado por estudiantes de Ciaño y El Entrego para mostrar su rechazo a la discriminación de la mujer en el deporte

Sin entrar en profundidades sobre el origen y la importancia de los mantras: palabras o sonidos que tienen grandes poderes, por resumirlo de algún modo, no cabe duda de que estamos en presencia de conceptos que juzgamos relevantes, y que, por ello, repetirlos en una forma de convencernos a nosotros mismos de su valor terapéutico. De ahí que ante problemas de dilatada y difícil solución, de esos que tal parece que se han eternizado en el tiempo y que no existe manera alguna de poder solventarlos, en nuestro lenguaje se ha deslizado con frecuencia el vocablo "educación": lo mismo cuando nos referimos a los desafecciones de la vida pública que a los desajustes de la juventud, por citar solo algunos casos. "Esto sólo se arregla con más educación", o "si no hay una educación de base será difícil arreglar esto otro" son frases que todos, en mayor o menor medida, hemos pronunciado alguna vez.

Cierto es que la tabla de la educación no se desliza, precisamente, por una superficie homogénea. Más bien, sus ruedas van patinando de acuerdo a determinados parámetros que no son nada fáciles de resolver: desde a quién o a quiénes les incumbe esa labor correctora, hasta cuál sea el momento adecuado o el color del que haya de teñirse esa vara de medir. Pero, en todo caso, parece indudable que se trata de una labor en la que importa más tener un papel activo que presentar el perfil de una estatua, aun a riesgo de que las medidas que se adopten tarden tiempo en dar sus frutos.

Por ello, y con la esperanza de que un grano crezca hasta convertirse alguna vez en una montaña, y tal como pudimos leer en las noticias de estos días de LA NUEVA ESPAÑA, alumnos de los institutos de Ciaño y El Entrego disputaron un partido de fútbol sala con equipos mixtos para mostrar su rechazo a la discriminación de la mujer en el deporte.

A nadie se le escapa que el problema al que nos referimos está formado por numerosas aristas que pinchan desde todas las esquinas. Y que su terreno de juego tiene una superficie tan amplia que, en ocasiones, hasta nos puede parecer inacabable, pues todo lo que se refiere a la discriminación entre sexos lleva hibernando desde el principio del mundo. De ahí que sean numerosos los intentos que se han dado para encontrar alguna fórmula igualatoria, y muchos más los fracasos que se han cosechado en esa área concreta del campo: entre otros factores, la actitud prepotente de los varones no ha resultado beneficiosa en nada. Más bien, todo contrario.

Una vez más, habrá quienes juzguen oportunas, aun tildándolas de escasas, iniciativas como ésta, y quien diga que a los elefantes no se les puede derribar con una caricia en la espalda, sino con cañonazos desde todas las posiciones.

Que yo sepa, no existe una receta única y mágica para resolver el conflicto. Cada día que pasa es, sobre todo, una oportunidad para ir tanteando por ese pasillo oscuro en el que aún nos encontramos, hasta ver si algún día conseguimos que la claridad nos ilumine. En todo caso, y por lo que se refiere al partido de fútbol, solo puedo estar de acuerdo con este tipo de ideas, que, si bien se sabe son modestas, están revestidas de un material ilusionante. Si el paso del tiempo es una planificación de objetivos, un proyecto de nuevas expectativas ojalá que tengamos la fortuna de asistir a ese instante en el que arrumacos en la espalda y balas de verdad se unan para poner fin a esta lacra.

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