En la gran novela "Crimen y castigo", Fiódor Dostoievski planteaba la disputa entre el bien y el mal. El castigo por el crimen cometido por el protagonista no se circunscribía al institucional, social o penal; sino al de la propia mente, a la conciencia. En el "caso SOMA", José Ángel Fernández Villa parece reconocer la culpa, o al menos en parte, cuando ofrece devolver 24.000 euros que recibió presuntamente de forma indebida. En esta ocasión por el "sobre pago" del coche del sindicato que utilizaba en exclusiva. Aunque cuando le han preguntado dónde estaba el vehículo, se negó a desvelarlo. También ofrece los libros que fue comprando con cargo a la tarjeta sindical. Villa, implícitamente, al reconocer la parte de la culpa corre el riesgo de asumirla de forma completa. Pero no parece que lo haga por un problema de conciencia, más bien por el temor al castigo penal. Y ésa es otra novela.
