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Panza arriba

Chigres municipales

Esta mañana he podido comprobar que el Ayuntamiento de Las Rozas tiene un bar en su planta baja. Con cerveza de caña, pinchos de tortilla, montados de chorizo y café aguado, cómo yo lo tomo. Es la segunda vez que me pasa en los últimos días. El Ayuntamiento de Cabezón de la Sal también cuenta en su planta baja con bar. Con sus blancos de solera a 50 céntimos, pinchos de tortilla, bocadillos de chorizo y café largo, que no suele gustarme porque está muy cargado. En los dos casos se trata de una idea brillante. Si quieres tomarle el pulso a la vida de un lugar, nada como un chigre. Tenerlo debajo del propio edificio de las Consistoriales hace que el Ayuntamiento ponga los pies en la tierra y se dé todos los días un baño de realidad. En el Ayuntamiento de Mieres, alejado como está siempre de la realidad, tiene en su planta baja departamentos tan etéreos e insinsustantes como Registro, Intervención, Tesorería, Rentas o Informática. Calcula, pónselo a un ciudadano a la hora de escoger: ¿Qué prefieres una caña o un blanco de solera, o un departamento de Intervención? ¿Qué escogerías un buen café aguado o uno largo aunque cargado, o un departamento de esos llenos de tipos raros que te hablan de software (que es como se dice "aguado" o "blandurrio" en inglés)?

Comenta la prensa estos días que van a salir en toda España un total aproximado de un cuarto de millón de plazas de funcionarios. La administración se está quedando vieja y obsoleta en todas partes, menos en Mieres, donde desde hace legislaturas los que son viejos, obsoletos, prejubilados y jubilados son los políticos municipales. Las plazas más cotizadas son, como siempre, las de Cultura porque son las que ocupan esa gente que tiene buena cara los lunes ya que se toman la semana con el mismo espíritu que el resto de los mortales el finde: que se van al cine un martes, a un concierto el jueves y de teatro el viernes, y entremedias asisten a un coctel de inauguración de una exposición un miércoles. Cuando yo digo que me voy a jubilar por la edad, todo el mundo me dice que es imposible por la buena cara que tengo y la apariencia de muchos menos años. Pero, no entienden, que los funcionarios de Cultura somos como los curas, los actores porno o los gitanos señoritos, gente que podría pagar por hacer lo que hacen y que, por el contrario, les pagan por trabajar. Porque lo que hacen se considera trabajo según diferentes convenios colectivos, leyes divinas, mesas sectoriales y redes de tráfico, sobornos, cohechos, untos varios y licencias de todo tipo. Si no me creen, que siempre hay algún incrédulo, agnóstico, memo o sindicalista, que no se cree estas cosas, sólo tienen que verme la cara el lunes que viene. Bueno, lo del lunes que viene es un decir, que estamos en julio. Sirve cualquier lunes de mediados de septiembre.

Empecé este artículo desde la terraza del Ayuntamiento de Las Rozas, en Madrid, y lo concluyo desde la solana del de Cabezón de la Sal, en Cantabria. En Mieres, a falta de un bar medianamente decente en su planta baja con terraza a la plaza tenemos alrededor un total de 21 centros culturales de diferente tipo: seis cafeterías, cinco bares, cuatro pubes, tres restaurantes, dos salones de baile y un puti club. Y, todo ello, sin salir de la manzana. Y, como son centros culturales, paro en todos ellos. En unos más y en otros menos. Depende, como es normal, de la actividad cultural, de la caña de cerveza, del pincho de tortilla, del cacharru o de lo que se tercie.

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