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Dando la lata

El Tour de mis sueños

Qué invento el Tour de Francia. He tenido que superar el medio siglo de vida para entender sus auténticas propiedades. Porque yo era de los que seguía las etapas al detalle, y si se rodaba por los Alpes o los Pirineos, ni les cuento, pegado a la tele, ansioso por ver ataques, impulsando fugas, contando segundos. Pedro Delgado me producía taquicardia con su forma de competir. Por el contrario, con Induráin todo era más tranquilo y seguro, cuando el resto del pelotón solo podía aspirar, como máximo, a la segunda plaza. Posteriormente, ya cuarentón, reconozco que relajé mi interés por la ronda gala, siguiéndola, sí, pero con pronunciado recorte del apasionamiento. Pero desde que cumplí los cincuenta lo que hago con sincera afición es dormitar el Tour de Francia. Y ahora me doy cuenta de que es, sin duda alguna, la mejor forma de ver la prueba. Entre sueños, ahora abro un ojo, ahora lo cierro, uy, ¿y ese ruido?, ah, un ronquido propio, aún a sesenta kilómetros de meta, reajuste de cojines, qué sopor tan agradable y? ¡pero si me perdí la llegada! Y así un día tras otro, salvo las dos inconvenientes jornadas de descanso, que le rompen a uno esta deliciosa rutina. Nunca fui de siesta, seguramente porque no hallé la motivación apropiada. El Tour es la justificación perfecta, una retransmisión televisiva diseñada para eso, para sestear apaciblemente. Además, hay momentos en que se confunden los sueños y la realidad. Están a punto de coronar el Galibier cuando fugazmente aparece corriendo junto al grupo de perseguidores un tipo vestido con un traje de neopreno negro y con una tabla de surf bajo el brazo. ¡En los Alpes! Buf, debo de estar soñando. Cierro los ojos. Segundos después reabro un párpado y veo a un tipo gordísimo enfundado en un disfraz de la pantera rosa y con un enorme pelucón rubio en la cabeza que intenta trotar junto al ciclista escapado. ¡Qué visión! Dos zancadas y casi se cae. Será el vino de la comida que me provoca alucinaciones. ¡Ahhh! ¡Acabo de ver a cinco fulanos en tanga brincando al paso de Froome! El confortable sueño va camino de pesadilla.

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