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Ventana indiscreta

Los Pactos de la Moncloa después de 40 años

El cambio en el papel desempeñado por la clase trabajadora

Corrían los años setenta y el sujeto que tenía la palanca contra el franquismo, no solo políticamente, fue aquel movimiento obrero combativo y nada corporativista y sectorial. Todo lo contrario de lo que es actualmente. Se nutría de formas de lucha y expresión política haciendo, no solo inviable el modelo de relaciones laborales del momento, sino luchando por las libertades y la democracia. Fue lo que dio en llamarse "la centralidad obrera". De tal modo que la lucha no se reducía al binomio "capital/trabajo"; también se ampliaba a la lucha contra ese "capital" como sinónimo de explotación social, es decir, de las libertades y de los derechos humanos.

Tenía el movimiento obrero el apoyo incondicional de la izquierda para la cual ejercía de motor en la lucha por las libertades. Una izquierda que se representaba desde el PCE hasta organizaciones sindicales y partidos más minoritarios. Era la década de los setenta. Aquel movimiento obrero, del que no queda ni los rescoldos, manifestaba algo más que la propia supervivencia laboral, siendo esta, obviamente, la protagonista de muchas de sus reivindicaciones.

Fue, en esa década, la última batalla de un movimiento obrero que vio cómo la izquierda se despegaba de él, sin abandonarlo del todo, y se apuntaba a otros proyectos políticos bien distintos que ya no lo tenía como fin y medio. Fueron las clases medias profesionales y la universidad en todos sus estamentos, enfrentadas también a la dictadura franquista, quienes acapararon la atención de la izquierda.

Es necesario aclarar que no toda la izquierda compartió esa deriva, fue la representada por el PSOE y PCE, quienes formaron a sus élites y burocracias en el "reformismo franquista" para posteriormente contener y extinguir la dinámica conflictiva del movimiento obrero.

Sin embargo, al "reformismo franquista" le urgía el establecimiento de la democracia, pero obviamente, a su modo y manera. Lo primero, antes que una Constitución, había que restablecer la paz social, había que extinguir o atemperar las luchas de fábrica, de barrios y más sectores sociales. Se señaló, como condición imprescindible e inexcusable, el "pacto social", paso previo para un posterior "pacto político". Es decir, antes que la instauración de libertades había que consolidar la paz social. Y así se hizo, fue en octubre de 1977 cuando se firmaron los Pactos de la Moncloa, de los que se cumplen cuarenta años este próximo mes de octubre. Pactos asumidos por UGT, que previamente había rechazado el acuerdo y por CC OO, si bien algunas secciones del sindicato habían manifestado su rechazo. Los partidos políticos parlamentarios firmaron todos. Se opusieron los partidos de la izquierda radical y entre las centrales sindicales la CNT.

Aquellos pactos fueron, además de la puntilla al movimiento obrero, también el freno para posteriores reivindicaciones, las cuales comenzaron la andadura dentro del orden establecido como "correcto y democrático". Se aplacó y se subordinó la conflictividad laboral. Se plegó el crecimiento de los salarios a la inflación cargando la fractura de la crisis a las espaldas de las clases populares. La oligarquía franquista quedó impune, hoy aún domina las finanzas, y la clase trabajadora fue embridada para la posteridad. Aquella frase del bueno de Marcelino Camacho, a la salida de la cárcel, "Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar", me temo que estuvo bien en aquel momento histórico. Hoy se puede decir que ha perdido todo su significado, no obedeciendo a una realidad social y sindical que día a día nos muestra todo lo contrario. Otra cosa, son los buenos deseos.

En definitiva, se dio por bueno el postfranquismo y consecuentemente se pactó con él. ¿No se dice, ahora, que la Transición fue un fraude?

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