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Cosas de Duke

Marcelino M. González

La Diada

La guerra de cifras que se organiza en cada gran manifestación

Dicen que en las tierras de Arizona, o por ahí p'allá, hace muchos, muchos años, o más, un soldado de un fuerte cualquiera se acercó corriendo al puesto de mando gritando desaforado "Mi capitán, que vienen los indios", y éste, sereno como eran los capitanes de entonces preguntó, "¿cómo cuántos son, soldado Smith?", "como mil uno", repuso el interpelado. "¿Cómo sabe eso?", "Porque viene uno delante y como mil detrás", repuso el avispado escopetero.

Esto mismo es lo que sucede en la actualidad cuando se trata de valorar el número de asistentes a una manifestación cualquiera, que los convocantes la cifran en muchos mil y los otros, ante quien se manifiestan, en menos mil. Ocurre siempre sin que, al final, lleguemos a saber a ciencia cierta cuántos eran. Con motivo de La Diada de Cataluña celebrada el pasado día 11, el Gobern de la Generalitat dijo que había un millón de asistentes, mientras que el Delegado del Gobierno rebajó la cifra a trescientos cincuenta mil. Lo cierto es que, aunque la real sea una media aritmética entre ambas cantidades, había mucha gente pero, según casi todas las fuentes, bastante menos que en años precedentes, lo que al resto de España le importa un carajo. O diez. Lo que nos importa a los españoles es que después de 2010, cuando aquello del Estatut y tal, el evento quedó desvirtuado pasando de ser la conmemoración de la caída de Barcelona en la Guerra de Sucesión Española en 1714, a convertirse en un acto genérico de reivindicación independentista y, este año, del "Sí" al eventual referéndum convocado ilegalmente para el próximo primero de octubre. Años atrás se veían banderas catalanas y ahora tan sólo de ven esteladas, lo que no significa de que todos y cada uno de los participantes estén celebrando lo mismo. Dicho lo cual, y volviendo a lo del recuento, créanme que entran más personas en menos espacio en el día grande del Carbayu o en el escancie de sidra de la Playa de San Lorenzo. Y no nos damos tanto pisto.

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