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El proceso catalán o empezar la casa por el tejado

La "desconexión" afectaría a toda España, en términos económicos y sociales

No es sencillo pronunciarse sobre el proceso en Cataluña desde fuera de dicha Comunidad. Y no lo es, entre otras cosas, porque ya se nos ha dicho por activa y por pasiva al resto de españoles que nada tenemos que aportar al resultado final de lo que allí suceda. Lógicamente discrepo y no me doy por aludido pues considero que la "desconexión" afectará al resto de España en materias de las que nadie parece querer hablar y que van desde la seguridad y las fronteras al comercio exterior, las pensiones, las políticas de Salud Pública, el nivel de competitividad y productividad de nuestra economía y un largo etcétera que incluye el cálculo de la compensación que debería recibir el Estado por las infraestructuras que a partir de la independencia pasarían a ser de exclusiva propiedad, uso y disfrute de la naciente República de Catalunya. A todo esto se suma, obviamente, la repercusión en lo referente a lazos familiares, sentimentales y culturales para las sociedades catalana y española en su conjunto. Todo ello puede acarrear, por añadidura, un severo retroceso en las libertades y marco de convivencia en Cataluña y en toda la nación pues entraremos en una etapa de inseguridad jurídica y de choque entre administraciones inédito desde la creación de las Autonomías.

Mi posición al respecto podría desarrollarla de forma prolija y extensa pero lo haré de la manera más sintética posible. Personalmente sostengo una posición abiertamente contraria a la consulta y argumento dicho posicionamiento en función de los siguientes aspectos que paso a enumerar:

1. La ilegalidad de la consulta desvirtúa dicho proceso "electoral" y compromete de forma innecesaria -y casi dramática- la convivencia y la estabilidad en Catalunya, coloca en una posición muy delicada a centenares de funcionarios, aleja el horizonte de una salida política a medio plazo basada en la reforma de la Carta Magna y presenta ante el escenario internacional a todo el Estado español como una nación dividida, vulnerable y en situación crítica.

2. Partiendo como es mi caso de una concepción republicana, socialista y federal no es posible aceptar que se llegue a esa "refundación del Estado" desde la desobediencia y desde mayorías sociales y/o electorales pírricas.

Creo profundamente en el concepto que manejaba Salvador Allende basado en construir la Revolución desde la legalidad vigente. Cuando se generan mayorías sociales y discursos potentes -basados en la legitimidad e igualmente en el consenso más amplio posible- es verosímil acometer mejoras sociales y transformaciones revolucionarias. No es el caso, a mi modesto entender.

3. La izquierda está haciendo seguidismo dialéctico de un relato construido desde el independentismo que es ajeno a nuestra tradición internacionalista. No es posible apuntalar un relato alentado por las derechas, tanto la regionalista catalana como la centralista, para enconar un conflicto que solo beneficiará a las élites pero agravará posiblemente las diferencias sociales y la deficiente redistribución de riqueza en el conjunto de la sociedad española. Desde las coordenadas ideológicas de la izquierda que yo conocí siempre se antepuso la lucha por las conquistas sociales, laborales, de bienestar común a los discursos de corte chovinista o supremacista.

4. Se dice que es inalienable el derecho de autodeterminación, si bien no logro asimilar dónde reside el derecho de autodeterminación en Cataluña. Podría haberlo aceptado en 1968 respecto de Guinea Ecuatorial o también sobre el Sahara Occidental en 1975 pero seríamos lerdos si estableciéramos un paralelismo entre la realidad catalana y esas otras situaciones que refiero. No hablamos de una colonia ni de una nación ocupada, no podemos aceptar esa terminología. La izquierda ha comprado "mercancía averiada" al aceptar un discurso que solamente aboca a una salida traumática al conflicto pues desplaza cualquier posibilidad de dialogo entre instituciones y administraciones ya que al aceptar la categoría de "autodeterminación" ya se trata únicamente de un proceso inequívocamente emancipador sin posibilidad de ser reconducido en el seno de la Constitución española.

5. Creo que es necesario poner el foco en el hecho de que la Ley Electoral desde la llegada de la democracia ha sido diseñada para cerrar el paso a fuerzas como el PCE de Carrillo -y posteriormente a IU y a UPyD- en aras de consolidar un bipartidismo cómodo para los poderes fácticos y ese hecho ha traído consigo que los nacionalismos periféricos pudieran actuar como bisagra indispensable que, una y otra vez, canjeó su apoyo a los gobiernos de PSOE y PP. Y empleo el término canjear porque a cambio esos nacionalismos contaron con patente de corso para aplicar políticas educativas, lingüísticas, culturales, fiscales... que han permitido emponderar al extremo a un nacionalismo separatista y secesionista. Se diría que alguien prefirió "una España rota" a "una España roja".

6. Este proceso enmascara las corrupciones: la del entorno del PP en todo el país y la de los Pujol, Mas y compañía en Catalunya. Es un proceso que puede fomentar la impunidad de unos corruptos o reforzar electoralmente a otros pero que no contribuye a desmontar la desigualdad social ni a mejorar las condiciones de vida de las capas medias trabajadoras.

7. Es necesario construir desde la izquierda una propuesta alternativa al modelo de Estado. Una propuesta basada en valores solidarios de reparto y de cooperación y no en que si un territorio aporta más o menos o si en un territorio se duerme la siesta y en otro no, entre otras cosas por ser este un debate falso y corrosivo.

La propuesta desde una izquierda intelectual y comprometida tendría que pasar por aportar soluciones y por fortalecer un discurso de equidad entre territorios, de compromiso mutuo, de fomento de la diversidad dentro de un proyecto común encaminado a borrar las diferencias entre Clases, implantar el acceso universal real a derechos sociales y a la promoción de personas y colectivos, todo ello desde el respeto más escrupuloso a la legalidad vigente tanto a nivel del Estado como en cuanto al Derecho Internacional.

8. Los valores que algunos aún defendemos son los de la Revolución Francesa, la Democracia y la Declaración Fundamental de los Derechos Humanos y pienso que desde dichos valores es posible asentar las bases de una propuesta vertebradora de la realidad española para las generaciones venideras teniendo en cuenta la sostenibilidad y el internacionalismo. Por eso no puedo aceptar que gran parte de la izquierda incurra en un error histórico tan enorme al no contrarrestar un proceso que solo beneficia a las derechas centralista y periférica.

En conclusión, no sostengo la negación cerril del derecho a decidir sino la necesidad de que el proceso se recorra a la inversa: primero acometer una reforma constitucional que ampare la consulta y que dicha reforma sea sometida a refrendo en las urnas convocando a todo el Pueblo español. Entonces y solo entonces, superada esa premisa, se podría llegar a una convocatoria legítima, legal y con garantías democráticas en Catalunya. Lo contrario será, según creo, empezar la casa por el tejado.

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