Anda el movimiento ciudadano de Mieres entre dimes y diretes contrario a uno de sus fines esenciales, es decir, la unión vecinal. Y aunque no es éste el tema de nuestro trabajo informativo, dejamos constancia de esa realidad actual que, por lo visto, y mientras no se susciten soluciones, presenta la cara contraria a la sentencia positiva de que "la unión hace la fuerza". Mientras tanto en otros frentes de la acción colectiva continúa el afán hacia objetivos positivos que permitan descubrir valores reales y elementos constructivos de nuestro municipio.

Recientemente fue actualidad, con todos los sacramentos, la propuesta y objetivo enfocados perfectamente y con el punto de mira puestos en lo que podrían denominarse futura "senda peatonal desde la parroquia de Loredo hasta la Foz de Morcín", promocionada por la Asociación "Los Averinos", en un intento de unir ambos concejos a través de esa fórmula mágica, hoy de plena actualidad, que habla de caminar alegremente, en comunidad con el atractivo de un paisaje extraordinario donde discurrió, en su día, el ferrocarril minero que transportaba el mineral desde la superficie de las entrañas morciniegas a las instalaciones de La Pereda en Mieres, hoy en desuso. Es tema que actualmente se encuentra en fase de espera, ante las alegaciones en contra que la Asociación de Vecinos de Loredo ha presentado en las consistoriales mierenses? El tiempo, pues, dictará sentencia.

Mientras tanto ve la luz un estupendo folleto sobre la realidad histórica y presente de la parroquia de Loredo, obra del presidente de "Los Averinos", Celso Suárez, Jefe jubilado que fue de la oficina topográfica del pozo Montsacro, ingeniero Técnico de Minas y estudioso de las características de su pueblo, puesto que nació, precisamente en la localidad de Loredo.

Con un diseño elegante y atractivo, en cuya portada ya sobresalen testimonios gráficos de la zona, esta obra, pequeña, si se quiere, en tamaño pero densa y fuerte en el contenido, presenta la realidad de una parroquia mierense, bajo el título "Guía para conocer Loredo". Conviene aclarar que, hasta hace poco tiempo, el pueblo que lleva tal nombre figuraba, al conocimiento popular, un tanto en retaguardia por aquello de su estampa sombría en los meses de la mengua solar y su situación geográfica frente a otra popular parroquia, la de Baíña, donde el astro rey luce casi todo el año. Y sin embargo la labor de la Asociación Cultural "Los Averinos" y sobre todo su presidente Celso Suárez, han puesto en escena unas realidades encomiables, históricas y presentes, que hacen, de este último rincón habitable del concejo, punto de estudio y de partida para proyectos que, sin duda alguna, pueden y deben cambiar la creencia popular sobre su imagen.

En un serio discurrir de hechos y realidades Celso Suárez nos hace viajar por la historia del pueblo de Loredo cuya fecha de fundación no es conocida, pero sí existen indicios de que en 1143 Gonzalo Bermúdez y su esposa Cristina Peláez donaron a la catedral de Oviedo el lugar de Aguilar en el monte Copián y las villas de Baíña y Loredos. Más tarde se sabe que durante la guerra de la Independencia (1808-1815) un escuadrón francés se las vio con las primeras guerrillas del valle del Caudal, creadas por el vecino Bernardo de Cosío de Mieres, en Baíña y Loredo a las órdenes de Gaspar Delgado y Juan Valdés.

Cuanto al potencial que alimentaba la fuente de vida en la zona Fuertes Acevedo, en su obra "Mineralogía Asturiana" asegura que aquí se encontraron minerales de hierro y ricos yacimientos de carbón. Sin embargo la agricultura era la vía de riqueza más importante, hasta el finales del siglo XIX para sus habitantes. Parecida opinión tenía Gaspar Melchor de Jovellanos, cien años después al destacar la belleza de las vegas que adornaba las márgenes del río Grande, hoy Caudal, la de Baíña a la derecha la de Loredo a la izquierda. La sidra, boroña, los tortos, escanda, les castañes y fariñes eran manjares usuales. En el capítulo de las costumbres los nacimientos eran caseros y con la ayuda de la partera, ya que la medicina se podía decir que partía bajo la denominación de casera, a base de emplastos, cocimientos y floritos de yerbas o plantas medicinales como la cirigüeña o arzolia. Con familias muy numerosas hasta de doce o catorce hijos, no había agua corriente, debiendo recurrir a fuentes y lavaderos y antes de la llegada de la cocina bilbaína o de carbón, era elemento obligado y tradicional el llar. He aquí solo algunas de las características que fueron marcando los primeros trazos históricos de Loredo.

"Que guapu ye Lloreo / queriendo velo como yo lo veo, Y si otros no lo ven de esta manera / qué culpa tengo yo de so ceguera". He aquí el expresivo espíritu de sentimiento que el vecino Emilio Botamino ponía en la primera estrofa de su poesía allá por 1922. Y ese era un canto general entre los vecinos de Loredo.

Y llega los hórreos como patrimonio del pueblo, hórreos asturianos con todas las de la ley. El Ayuntamiento de Mieres, en su día, catalogó 253 construcciones de este tipo en el concejo. Loredo contribuyó con 40 hórreos y 4 paneras. En 1973 el Gobierno español decretó, bajo la protección de Estado, los hórreos y cabazos antiguos existentes en Asturias y Galicia. Loredo es una muestra elocuente de esta especie de escaparate.

Le siguen los caleros asturianos, los molinos de agua con su maquila, les fornes de arroxar, corredores y galerías habitables, para encontrarnos de golpe con la iglesia. No se conocen orígenes ni de la parroquia ni de la iglesia, aunque en la relación del obispo Diego Aponte al Rey Felipe II, año 1587, se hace alguna mención. De todas formas no es cuestión confirmada. Eso sí, conviene dejar constancia de que la parroquia de Loredo incluye una amplia zona con las siguientes localidades: Ablaña de Abajo y de Arriba, Barrio Pachón, Bulloso, La Carba, Casa de Arriba, Cimalavilla, Conforcos, el Curión, El Costón, Les Cuestes, La Falcuedro, Fondos de La Villa, Los Fontanes, El Galián, Les Llaviaes, Llaneces, La Llerosa, Llerosa de Arriba, La Llosa, Alfonso, El Mayaín, La Parrocha, La Pereda, La Pontona, Les Quintanes, La Rociella, El Setal, Tablao, El Túnel y La Vega de San Pedro.

El templo ofrece una entrada principal de un románico tardío. Encima del portón están modeladas las llaves de San Pedro, titular de la parroquia. Tras el arco de entrada hay un pequeño pórtico que da acceso a la nave rectangular, rematada por el único retablo barroco que existe en el municipio de Mieres. La primer imagen que uno se encuentra es la de San Roque, cuya devoción está arraigada entre la gente de Loredo. En ambos lados cercanos al altar mayor figuran La Dolorosa y Jesús Nazareno, como recuerdo del dramatismo procesional de Semana Santa. Y ya por fin en el frontal la imagen del patrono San Pedro. Sobre ella Jesús crucificado con María y La Magdalena a ambos lados. También se encuentran, en los laterales, Santa Bárbara y San Francisco Javier.

Es obvio que resulta más que imposible concretar aquí el fuerte contenido explicativo de todas las características de la parroquia de Loredo, que Celso Suárez ha sabido recoger. Quedan para mejor ocasión el lavadero público, los puentes, Cimalavilla y Les Cuestes, y sobre todo "la senda peatonal y saludable" desde La Pereda hasta el túnel 5 de Peñamiel, y especialmente la referencia al proyecto de su prolongación hasta la Foz de Morcín. Tampoco faltará reseña de las fiestas de San Pedro y San Antonio. Todo ello llegará a su debido tiempo.