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Bla, bla, bla...

Hablar de obviedades, sin aportar nuevas ideas, como muchos de nuestros mandatarios

Languidece el verano, y todos vamos saliendo de esa estación de transbordo en la que nos ocultamos para huir de lo cotidiano por un tiempo. Así, como prisioneros de un ciclo vital, descendemos de esa estación de luz en la que todo bulle y reluce para aterrizar en la realidad diaria comprobando que todo sigue más o menos igual. Nada cambia, salvo nosotros mismos: nuestra piel palidece, el sudor ya no brota de la despreocupada siesta sino del trabajo, mientras la prisa reivindica de nuevo su protagonismo en nuestras vidas. Pero qué le vamos a hacer, el verano jamás ha tenido un libro de reclamaciones a disposición de sus clientes.

Siria ya sólo es portada en los medios si el número de muertos supera los cien; y qué decir del hambre en el mundo y cosas por el estilo que continúan en el punto exacto donde las habíamos dejado. El petróleo sigue recuperándose, al igual que los precios de la vivienda, las comidas envenenadas, el endeudamiento, las reservas para cenar un sábado, la crispación política, el colesterol, las leyendas urbanas y sabe Dios cuántas cosas más. Y ante tal panorama, nuestro estado de ánimo baja a un ritmo estrepitoso. ¿Sigo? Bueno, allá usted.

Dice Pablo Iglesias que hay presos políticos en España porque a un Juez le ha dado por dictar una orden de detención contra quienes han organizado el proceso independentista de esa parte del territorio español llamada Cataluña. En cambio, ese mismo Pablo Iglesias, no dice que quienes están encarcelados en Venezuela por el simple hecho de pensar diferente sean presos políticos. Dice Rajoy que ya se les había advertido y que no habrá tolerancia alguna con quien incumpla la Ley. También dice Rajoy que ha expulsado al Embajador de Corea de Norte. Pablo Iglesias y Rajoy; qué dos paréntesis en los que encorsetar políticamente eso que llamamos España. Dicen también que se harán más carreteras y menos escuelas porque la natalidad no acaba de repuntar por culpa de tanto condón y tanta píldora abortiva. Algunos comentan que la juventud está encantada con el Papa Francisco y que los bancos van a conceder créditos blandos para poder pagar las multas de tráfico. También dicen que dos españolas han atascado con billetes de 500 euros las alcantarillas de Ginebra y no precisamente porque padecieran de colon irritable.

Pregunta: ¿Cómo ha podido llegar hasta aquí? Me sorprende que haya tenido la paciencia necesaria para seguir leyendo. ¿No se ha percatado que en todas estas líneas no he dicho más que obviedades y estupideces? (Eso sí, aunque parezca increíble, todas ciertas). Pero, de verdad le pregunto ¿no se ha sentido usted estafado invirtiendo su tiempo en leer semejantes chorradas que nada le aportan?

Le aseguro que si todos mis artículos fueran como éste, ningún periódico iba a publicarlos nunca. Si usted contratase los servicios de un abogado, un médico o un albañil y éste no le aportase soluciones a los problemas que le plantea o, lo que es peor, le respondiera con obviedades y tonterías, estoy convencido que prescindiría automáticamente de sus servicios. Si esto es así: ¿Por qué soportamos estoicamente a ciertos políticos que no aportan solución alguna a nuestros problemas y cuyo discurso se nutre de obviedades y estupideces? ¿O es que a esos políticos no los contratamos nosotros para que gestionen los intereses que nos afectan?

No sé, quizá la paciencia que usted y yo tenemos para soportar a este tipo de políticos sea la misma que ha tenido usted para leer este artículo y yo para escribirlo.

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