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Hartazgo nacionalista

Los regionalismos excluyentes y las lecturas erróneas de la Constitución

No me gustan los nacionalismos por lo que han significado históricamente y porque van en dirección contraria al camino por el que el mundo avanza. Además, la palabra "nacionalismo" está tan asquerosamente contaminada que incluso confunde a la gente de bien, hasta el punto de que un mismo hecho se ve gracioso o repugnante, en función que quien lo protagonice. Así, cuando Melendi sale por una tele estatal mostrando su orgullo de ser asturiano, e incluso se le escapa el acento de la tierra, mi madre no hace más que resaltar lo "sencillu y salau que ye el chaval". Ni les cuento lo que dice cuando Serrat hace exactamente lo mismo.

No soporto los nacionalismos porque unos los utilizan para reivindicarse diferentes al resto, queriendo emanciparse de un lastre llamado España. Otros, en cambio, para pregonar que España es toda y una, al tiempo que plantan semillas de duda ante cualquier hecho diferencial que se presente, vistiéndolo de grave peligro frente a eso que han venido llamando unidad nacional.

Yo no me fío ni de los unos ni de los otros pues en ambos casos beben de la misma fuente ya que el concepto de nacionalismo que ambos manejan no contribuye a otra cosa que alimentar recíprocamente sus ideologías excluyentes, pues cada uno de esos nacionalismos es el reverso o la contestación del otro.

Me repugnan los nacionalismos regionalistas excluyentes como el catalán por la carga insolidaria de sus planteamientos, pues cuando hablan de independencia me recuerdan a ese hijo que presume ante sus amigos de ser independiente mientras su mamá le hace la colada, le paga algún mes de hipoteca cuando el salario no llega o le llena la nevera cada fin de semana. Joder, así cualquiera. Y tampoco son de mi devoción aquellos planteamientos que, parapetándose en una errónea lectura de la Constitución, pretenden imponer una idea de España incompatible con la diversidad de los territorios que la integran.

La simplicidad del mensaje de Rajoy acerca de la unidad de España es muy fácil de comprender, pero la realidad nos evidencia que está siendo ineficaz a la hora de neutralizar la deriva soberanista. Y quizá con los independentistas catalanes nos esté pasando lo mismo que les pasa a esos gobiernos timoratos e intolerantes que ven en los libros de un escritor mediocre una crítica a su sistema y terminan por encumbrarlo, más que por la calidad de su obra, por su torpeza a la hora de digerir su pensamiento.

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