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Párroco de Tazones

Un cura, un maestro y dos mineros "insoportables"

La beatificación de los "mártires de Nembra", de la que hoy se cumple un año

Unos tipos como don Genaro, Isidro, Segundo y Ángel pueden llegar a ser "insoportables", hasta en su propio pueblo. Porque cuando la riqueza de un hombre es Jesús, pero no como inanimada posesión, sino como el que entrelaza nuestras vidas con Él, puede llegar a ser "insoportable". Como todos los amigos de Dios, empezaron a sumergirse en el amor de Dios, a dar una mano a los vecinos, a perdonar sin miedo, a derrochar felicidad. Así que les quitaron la vida, sin pensar que a la vuelta de la esquina la volvieron a recuperar.

Genaro Fueyo, el cura del pueblo, llevó a Nembra lo que la gente del pueblo quería: el amor de Jesucristo, la adoración nocturna, la piedad, el amor a la Virgen, la atención a los niños, y la misericordia a los más necesitados. Repartía panecillos de solidaridad todos los días, incluidos aquellos, que no le querían. Hacía lo que hay que hacer: sembrar, curar, salvar. Y toda esta labor la hacía sin ruido, pero sin dejar de mirarse en el Evangelio.

La mina a finales del siglo XIX era una sucursal del infierno, entre el carbón solo había sangre, sudor y lágrimas. Pero Isidro Fernández y Segundo Alonso demostraron en el tajo que se podía amar la vida ordinaria, ser un buen compañero, sin que Dios fuera un obstáculo para hacer un mundo mejor, más humano y solidario. Y poco a poco, se esforzaron por poner un poco de luz en la mina y entre los vecinos.

Antonio González demostraba siempre una gran alegría en sus clases con los niños y con la gente. De jovenzuelo quiso ser dominico, pero una enfermedad lo devolvió a su pueblo de Nembra. Nunca perdió la frescura de la fe, ni las ganas de ayudar a la gente. También a él, con veinticuatro años, le tocó la cárcel, los palos por la noche, y antes de matarlo le cortaron la lengua. Y después de casi ochenta años, aún se desconoce cómo le mataron, ya que su cadáver nunca apareció.

Todos los mártires acaban siendo "insoportables" porque no temen coger el Evangelio por donde más quema, no tienen miedo dar la vida. Siguen siendo actuales, porque sus vidas afinadas por el amor de Dios, nunca pasan de moda. Y es que, como dice Pablo a los Romanos, siguen vivos porque: "ni la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni el peligro, ni la desnudez, ni la espada, los puede separar del amor de Cristo.

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