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Velando el fuego

Piqué

La libertad de pensamiento y el respeto

Cuando estoy de charla con amigos o conocidos a quienes respeto mucho, y según el tema de que se trate, suelo aludir a una frase que para mí siempre ha sido muy importante y que me ha servido de guía en la vida. No sabría decir, a ciencia cierta, quién es el autor -creo que un filósofo griego-, pero, en todo, caso, no tiene desperdicio: "Lo más difícil para un ciudadano no es encontrar alimentos, ni un techo para cobijarse, ni siquiera un amor verdadero. Lo más difícil, apostillaba, es enfrentarse al relato que todo poder fabrica" (Huelga decir que siempre acuerdo a sus intereses).

En el caso de Cataluña -la conversación tenía lugar hace pocos días- yo añadía que el relato del poder, desde la época del general que nos dejó a oscuras durante cuarenta años, se vertebraba sobre dos guiones fundamentales: el comunismo y el separatismo, y que esa misma novela es la que continúa vendiéndose en la mayoría de los quioscos. Cierto es que los protagonistas han sufrido algunos cambios: los comunistas no tienen cuernos ni rabo, y tampoco se comen crudos a los niños, y que los separatistas ya no son vascos (cuántas veces los hemos mirado con el ojo torcido, pues el hecho de haber nacido allí les otorgaba ya una calificación peyorativa). De modo que los autores del relato, cuya habilidad para el ocultamiento de los hechos esenciales está suficientemente probada, han volcado su tinta en Cataluña, convencidos de que sólo con mentar al diablo del nacionalismo tenían asegurada una venta considerable de su producción.

La persona con quien compartía estos pensamientos -un conocido, sensato donde los haya-, me respondió que estaba de acuerdo conmigo, pero que en el caso de Piqué, o de los silbidos a Piqué por sus manifestaciones, había algo más: el hecho de formar parte de la selección española de fútbol. No me preocupa, dijo -y tengo razones sobradas para creerle-, que el futbolista esté a favor de la independencia o no; pero, si forma parte de una selección que representa a todo el país, no parece muy congruente continuar en ella cuando se desea abandonar ese terreno de juego común.

Le repliqué con varios argumentos. Entre otros, que si Pique no formara parte de la selección, pero fuera igualmente un deportista destacado, también serían objeto de desaprobación sus manifestaciones. Puesto que, recalqué, lo mejor para el poder es que las figuras relevantes o bien se muestren de acuerdo con las directrices del Gobierno o, si acaso, se queden calladitos como mudos. Pero nunca que hagan ostentación de tener un criterio propio y, sobre todo, distinto de quienes imponen el discurso oficial.

Como quiera que yo acababa de hojear un diario deportivo madrileño, en cuya última página se imponía por fin la sensatez -estos días no habían cesado de atizar leña contra el jugador catalán-, le dije a mi interlocutor que leyera las últimas líneas del artículo titulado: "Piqué, el respeto y la coherencia", escritas por el subdirector del periódico y que dicen así: "...Yo pienso que todo independentista debería ser coherente y renunciar a jugar en la selección española. Pero también me exijo esa coherencia para respetar que juegue en la selección aunque no piense como yo si quiero que respeten mis ideas?"

Tras un intercambio de miradas, ambos coincidimos en la justeza de esta reflexión. Después él se levanto y, tras despedirse de mí, salió a la calle. Afuera lucía el sol. Así que me pareció oportuno pedir otro café para festejar el buen inicio del día.

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