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Velando el fuego

Imágenes con alma

La exposición fotográfica de Rocío Miravalles en el centro de creación escénica de La Felguera

Hace ya muchos años, cuando recién se descubría el fuego y la rueda era aún cuadrada, todo se trasmitía a través de historias. Una práctica inmortal, una forma de crear magia y de contarnos la crónica del mundo a través de sus innumerables pasadizos. En ocasiones, una buena historia puede hacer más soportable nuestros días, hacernos crecer y comprender mejor nuestro viaje íntimo, erigirnos en protagonistas de nuestro propio destino.

Creíamos que para contar historias había que hacerse escritor, novelista o cuenta cuentos; pero nada más lejos de la realidad. En muchas ocasiones una buena fotografía es capaz de trasmitir sentimientos, emociones, reflexiones en torno a un suceso que nos atañe en la actualidad o que sirve para evocar recuerdos de nuestro pasado. ¿Quién no ha escuchado alguna vez esa frase de: "Vale más una imagen que mil palabras"?

Por ello, Rocío Miravalles se ha empeñado en crear "Imágenes con alma", título en el que se enmarca la magnífica exposición fotográfica de la artista gijonesa y que se puede contemplar -desde aquí animo a que no se la pierdan- en el Centro de Creación Escénica "Carlos Álvarez-Nóvoa de Langreo, y que se clausurará el día 27 de este mes.

Si por citar a San Agustín "Las lágrimas son la sangre del alma", parece evidente que, en este caso, la fuerza expresiva, la sangre fotográfica de Rocío (su pasión es herencia de su padre, en cuya compañía, y tras cobrar su primer sueldo, se compró una Mamiya) se ha desbordado en un conjunto de imágenes que provocan una reacción inmediata y que son visualmente estimulantes. Aparte de cuestiones técnicas: enfoque correcto, composición equilibrada? las imágenes que nos regala Rocío están sobradas de inteligencia como instrumentos de trasmisión. Y del mismo modo que los escritores retan a sus lectores para que vayan más allá de lo expuesto en la ficción que nos presentan, así también Rocío reta a nuestros ojos para que vayan más allá de las imágenes que abarcan. Facilitar información y también guiarnos en su lectura es, en mi modesta opinión, una de las características más importantes de una buena fotografía. Para ello utiliza por una parte una exacta disposición de todos los elementos que aparecen en el encuadre, como si los objetos, paisajes y edificios tuvieran vida propia y se distribuyeran de la forma más armónica posible.

Por otra parte se observan puntos de vista audaces, que nos hacen ver la realidad como si por primera vez nos acercáramos a ella. Y, además, todo ello tejido en torno a la recuperación de la memoria, prestando visibilidad a nuestro patrimonio, sobre todo industrial.

Cuando comenzamos la lectura de un relato sabemos que estamos a punto de entrar en una dimensión distinta a la de nuestra propia realidad. Lo que, traspasado al lienzo fotográfico, significa que también allí todo es posible: lo más extraño, lo natural, la mezcla de vida y muerte, el alfa y el omega de cualquier alfabeto pueden estar presentes en el imaginario del fotógrafo. Después, el talento de cada cual hará más accesible o significativo este reciclado de lo real que es la fotografía. Y sin duda que en esta tarea Rocío demuestra unas dotes sobresalientes.

Finalizo con unas sabias palabras de la propia Rocío: "Vivimos en un época de empacho absoluto de imágenes, nuestro cerebro está colapsado, nuestro disco duro no tiene megas suficientes para digerirlas. Por eso creo que para poder cambiar esta situación tenemos que pararnos, mirar, saborear, no perder la capacidad de observar y asombrarnos".

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