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Francisco Palacios

Líneas críticas

Francisco Palacios

Se ha consumado la felonía

La proclamación de la República catalana y sus consecuencias

A pesar de que los antecedentes no auguraban nada bueno, confieso que nunca creí que la delirante aventura política de los independentistas catalanes llegara a consumarse. Pero el pasado viernes, atentando contra cualquier principio legal (se los han saltado todos), se atrevieron a proclamar "una República catalana como Estado independiente, soberano, democrático y social": un auténtico delito de rebelión contra el Estado. Y lo han hecho unos dirigentes secesionistas falsarios e incompetentes al frente de una de las regiones más descentralizadas del mundo. Y tal vez ahí radique el problema. Pero este será asunto para tratar en otro momento.

Espero y deseo que esa República vergonzantemente anunciada, sin el reconocimiento de ninguna nación importante y con la aplicación de los instrumentos legales que el Estado dispone, se quede solo en un virtual y ficticio ensayo de laboratorio carente de cualquier viabilidad política. Bastante daño ha causado ya ese grupo de ineptos y contumaces embaucadores, que nunca se les debía de haber permitido llegar hasta donde han llegado.

Esta es la cuarta intentona independentista en casi siglo y medio. Las tres anteriores tuvieron lugar en 1873 (Primera República), 1931 y 1934 (Segunda República). Por eso parece que en España siempre se empieza de nuevo a partir de cada cambio de situación política. Un rasgo que nos recuerda la reflexión hegeliana de que los pueblos y los gobiernos casi nunca aprenden nada de la experiencia histórica.

En los último años escribí varios artículos en este diario sobre el movimiento nacionalista catalán. Los dos últimos se titulaban precisamente "Una escisión anunciada" y "Democracia alternativa", en los que afirmaba que una de las obligaciones primordiales de todo Estado moderno era mantener su integridad territorial, sin la cual dejaría de tener sentido su viabilidad. Y que, si se debilitase mucho el poder del Estado en España, "iríamos derechos y rápidos a una catástrofe nacional".

El canciller Otto von Bismarck (1815-1898), uno de los principales protagonistas de la unidad alemana, sostenía que España era el país más fuerte del mundo, porque los españoles llevaban siglos intentando destruirla y no lo habían conseguido. Es cierto que en los tiempos modernos la historia de España se ha precipitado de forma vertiginosa hacia el abismo, sucediéndose dinastías y monarquías, regencias, repúblicas, dictaduras, golpes de Estado (frustrados y triunfantes), asonadas, guerras civiles y de independencia, varias constituciones, movimientos revolucionarios y reaccionarios, leyendas negras, terrorismo, interno y externo. Y cantonalismos y desafíos separatistas que tantos perjuicios han causado a la nación.

A pesar de todos estos embates históricos, España se ha consolidado como una gran nación, a cuya grandeza sin duda ha contribuido Cataluña.

Además de las razones, legales, constitucionales, culturales e históricas, una gran nación no puede permitir la segregación de una parte de su territorio sin quedar gravemente debilitada frente a otras grandes naciones con las que necesariamente tiene que competir. Por eso, mas que nunca se necesita hoy "una España fuerte y unida", que casualmente fue el mensaje que los Estados Unidos enviaron al Gobierno español tras conocer la declaración unilateral de independencia de Cataluña.

Finalmente, tras analizar diferentes procesos secesionistas, Max Weber (1864-1920), eminente politólogo, filósofo y sociólogo alemán, llegó a la definitiva conclusión de que "El Estado no debe tolerar nunca un enemigo interior: sólo puede tener enemigos exteriores".

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