¡Vamos a contar mentiras!, dice nuestra popular canción, para acabar con el clásico TRALARÁ. Era lo que iba cantando en voz baja la presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell, cuando entraba a declarar en el Tribunal Supremo, para afirmar que lo ratificado en la independencia de Cataluña, era una broma. Broma que podía costarles cara a unos cuantos que no se habían fugado a Bruselas, los cuales seguían erre que erre con sus intenciones independentistas.
Pero la Carme quería librarse de una prisión mayor y con unos euros indeterminados poder seguir dando besos y abrazos en las calles a sus amistades.
Entonces, ¿dónde dejó aquel juramento y unión con Puigdemont? Podía haberse marchado a Bruselas con su Presidente, perdón, expresidente, ¿o ya no cabía en el taxi que usaron para fugarse hasta Francia? Claro, tendría que haber sido una limusina que tiene más capacidad. O alquilado un autobús para irse todos los consejeros y con dos autobuses irse todos los parlamentarios de una misma cuerda. O un camión trailer para llevar a los 200 alcaldes que después fletaron un avión, por cierto, que aún no se sabe quién pagó.
"Por el mar corren las naranjas, por el Monte las sardinas", TRALARÁ.