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Francisco Palacios

Crónica del Octubre asturiano

La Revolución del 34 fracasó en parte por la alianza con la burguesía nacionalista catalana

La prensa es una fuente imprescindible para la reconstrucción del pasado. Datos, hechos, testimonios, relatos, ilustraciones, vestigios, reliquias, todo ello puede hallarse en los periódicos: verdaderos tesoros de documentación histórica.

En tal sentido, la prensa dedicó una especial atención al movimiento revolucionario de Octubre de 1934. Uno de los acontecimientos más destacados del siglo veinte español, en el que Asturias fue el último y más resistente bastión. Sobre el tema se ha publicado recientemente una recopilación de crónicas y reflexiones titulada "Tres periodistas en la Revolución de Asturias", cuyos autores son Manuel Chaves Nogales, Josep Pla y José Díaz Fernández. Prestigiosos e influyentes profesionales que siguieron aquella sublevación recorriendo las principales poblaciones en las que se desarrollaron los episodios revolucionarios.

Según Pla, corresponsal del diario "La Veu de Catalunya" (La Voz de Cataluña), la llamada comuna asturiana fue acaso "el movimiento subversivo más extenso y profundo de la historia contemporánea de España".

El precedente de Revolución rusa de 1917, que cumple ahora un siglo, es una referencia ineludible para entender la rebelión del 34. Se cuenta en el libro que las izquierdas tenían un programa político y social único: "¡Hay que hacer como en Rusia!". Pero las circunstancias políticas, los líderes y los programas revolucionarios eran aquí muy distintos. Para Chaves Nogales, enviado especial del periódico madrileño "Ahora", una vez asaltados e incendiados los cuarteles de la Guardia Civil, los dirigentes del movimiento revolucionario parecía que esperaban "una especie de benéfico maná que habría de caer sobre los pueblos mineros, pues en los documentos de los comités no hay un solo indicio de la gestación de esa nueva sociedad por la que luchaban".

La situación social de las numerosas familias obreras de este valle era muy precaria en aquellos años. Y realmente grave la escasez de viviendas dignas. Por ejemplo, se cuenta que, en la zona comprendida entre Sama y Sotrondio, los obreros vivían hacinados en "misérrimos cuchitriles que en vez de atraerlos al hogar los expulsaban de él. Y que gracias a las tabernas y las Casas del Pueblo, donde encontraban el mundo civilizado (cine, teatro, biblioteca, radio, prensa), los mineros aprendían los rudimentos de la solidaridad social.

A pesar de sus diferencias ideológicas, Chaves y Pla coinciden en que la frágil y precaria estabilidad de la Segunda República se hunde con el movimiento revolucionario del 34. Se había perdido asimismo una gran ocasión de haber fortalecido entonces el régimen republicano, al margen del ideario de sus gobernantes.

Transcurridos 83 años, y mas allá de cualquier épica fundamentalista, de estas crónicas se desprende que el fracaso revolucionario se debió no sólo a la falta de unidad de acción, a razones técnicas y militares, sino también a que los partidos de izquierdas, que preconizaban la revolución social y la dictadura del proletariado, se aliaron con los nacionalistas representados en Cataluña por la burguesía más intransigente. Una burguesía que utilizó la huelga revolucionaria para declarar la independencia. Nada más actual.

Se destaca en el libro que los obreros asturianos demostraron una mayor capacidad combativa que sus jefes, siendo los únicos que lucharon con cierta coherencia y con auténtico arrojo entre todos los obreros de España.

Y Pla es aún más categórico: "Tanto como me duele la injusticia que pudo haber hecho posible la revolución, me conmueve el heroísmo de esos mineros que, sin pensar si van a ser secundados, se lanzan a pelear por una idea. Y sin pensar tampoco si son bien o mal dirigidos, ofrecen a la revolución la vida, porque es lo único que tienen".

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