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Ventana indiscreta

Rallies

Las competiciones de motor y su impacto sobre el medio ambiente

El rally, en sus diferentes competiciones, es uno de los espectáculos mediáticos más seguidos y vistos: mueve miles, tal vez millones de euros y concita la atención de miles de personas. Tanto en niveles locales como nacionales e internacionales. Tiene toda una parafernalia a su alrededor que se construye bajo un esquema de valores y códigos propios. Pero el icono, por excelencia, es el automóvil.

Todo el circo que gira alrededor de los rallies está conformado bajo la clave empresarial que gobierna el mundo actualmente. Una clave que, quiera verse o no, dio lugar -y está dando- a una industria destructora del medio ambiente, que se basa en la "excelencia" de unos pocos sobre las grandes mayorías, que hace de la victoria individual el triunfo de la llave que abrirá el futuro y la vida. Individualismo, que se traslada al lucimiento del "coche" y que tiene un plus amplio de testosterona. Es machista, ya que salvo casos ocasionales, no hay pilotos mujeres. El lugar de las mujeres en los rallies, es verdad que se está cuestionando y parece que ya en algunas competiciones no están presentes, es ser azafatas y dar el beso de premio al ganador.

El rally, al igual que la Fórmula 1, solo y únicamente demanda a las personas espectadoras las marcas de automóviles, de neumáticos, gasolinas y aceites lubricantes, etc... todo dentro del más puro mercado automovilístico. Sin olvidar los valores del consumismo y del triunfalismo, que se reciben acríticamente, y que señalan una sociedad altamente clasista, siendo los mismos anunciados como positivos, sanos y necesarios. Es, en definitiva, donde lo importante es ganar y entronizar al ganador.

En realidad el rally, al igual que otras modalidades, como la competición de motos no son, en sí mismas, el problema. Tampoco lo son las personas que participan, bien como organizadoras o como competidoras. Al final todo ello es el reflejo de un mundo desequilibrado e injusto. Desequilibrio e injusticia que deberá de resolverse de alguna otra manera más útil socialmente y menos nociva para las personas y para el planeta.

Un espectáculo, este de la "carrera de coches", en el que está presente la quema irresponsable de combustibles fósiles no renovables y donde el aire y la persona son los sufridores de la polución. La apropiación privada de la calle pública, de la localidad, por parte de la empresa privada y todo lo que conlleva a su alrededor, es notoria. Por eso resulta paradójico que ayuntamientos gobernados por la izquierda que se dice ecológicos y decrecentistas propicien, sin atisbo de crítica, tales eventos.

Se podrá estar o no de acuerdo con lo aquí expuesto, se me podrá tildar de alarmista y de falta de conocimiento de tales eventos; hasta de atrevimiento, también. Pero, sostengo, no estoy solo, que estas competiciones en las que la energía está supeditada a la naturaleza son, en sí mismas, incompatibles con la lucha contra el cambio climático. También un insulto social a las clases menos favorecidas económicamente.

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