La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Miradas atrás

Pasa el tiempo. Pasan los años. Los naturales y los personales. Y echo en falta todo aquello que me dio ganancia para seguir subsistiendo. La gente, los conocidos, los amigos, los hoy ya desaparecidos. Los que aún están vivos y me reconocen. Los que me saludan de vez en cuando. Los que me tienen manía y hasta los que me odian, pero que yo no les guardo rencor alguno.

Yo tomé tierra en Langreo en los años 60. Allí cortejé, trabajé y allí estuve hasta finales de 1969. Seguí volviendo a menudo, visitando a los míos, a mi familia política, saludando en la calle aquellos conocidos que aún me reconocían. Dando vueltas por aquellas calles, unas ya viejas, otras rehabilitadas. La pensión de "las Traviesas", donde permanecí unos cinco años. El viejo Banco de Langreo. Mis jefes y compañeros. Mi primer coche comprado de segunda mano. El taller donde lo reparaba y revisaba. La Confitería de Pachín, después de Betty y Manolo.

El recuerdo de la Plaza cubierta, cuya ventana de mi habitación daba a la Plaza Nespral, y de madrugada me despertaban los barullos que organizaban los camiones de los pescaderos. Al lado estaba la Confitería de Patro, que visitábamos para ver la televisión en "color", entre comillas porque era en blanco y negro y ponía un filtro que le daba color.

Y así cuántas cosas han quedado por el camino. Hasta alcanzar la etapa de escribir o garabatear en LA NUEVA ESPAÑA, oportunidad que me dio en su día Mario Antuña, para después conocer a la multitud de colaboradores del mismo periódico.

Lo dicho, los años se echan encima y hoy doy gracias a Dios porque aún los recuerdo y todo echo en falta.

Compartir el artículo

stats